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Señoras y señores bienvenidos a Hollywood, la fábrica de los sueños. Al igual que Hollywood es un barrio de Los Ángeles, este país es un barrio de Europa, o en todo caso el extrarradio de Alemania. Nosotros también tenemos nuestra alfombra roja donde desfilan grandes celebridades, pero en nuestro caso no del mundo del celuloide, sino del mundo de las finanzas y la política. Grandes actores en ambos casos, capaces de convencer con sus interpretaciones a los espectadores ingenuos que ven como, día a día, suben el precio de la entrada al cine y aun así hacen cola para adorar a sus ídolos de botox.

En esa corrección política llevada hasta el absurdo más acaramelado, como un mal guión salido de las grandes productoras, se usan expresiones del tipo: "Usted ha faltado a la verdad", cuando sencillamente se debería decir: "Usted ha mentido como un bellaco". Y muchos de nuestros políticos y líderes económicos mienten, y mienten a conciencia, y mienten haciendo daño, y miente hiriendo su credibilidad. Pocos ya les creen cuando hablan del bien común, de que les gustaría hacer las cosas de otra manera, pobrecitos ellos, pero las circunstancias o los rivales, o la conjunción de los planetas, les obligan a hacerlas como las están haciendo.

Pocos deberían ya creerles cuando prometen gobernar para todos, pero sobre todo para los que menos tienen. Mienten con premeditación y alevosía, porque los hechos dejan claro que gobiernan para los que tienen mucho. Ejemplo: permiten que el presidente de un banco que recibió ayudas gane más de dos millones y medio de euros al año, y congelan el sueldo mínimo interprofesional en apenas seiscientos euros. No pongo más ejemplos que ustedes ya estarán hartos de leerlos a diario.

La gran mayoría somos más pobres, y los que tienen la culpa de que nosotros nos acerquemos a la pobreza, son cada vez más ricos. Esta es una realidad incontestable, aunque le pongan los fuegos artificiales y los discursos que quieran.

Se respira la misma corruptela, las mismas ansias de poder, los mismos juegos sucios que en las clásicas tramas de gángster del cine negro. Las grandes superproducciones acaparan todas las carteleras y el cine independiente cada vez sufre más para lanzar su mensaje. Bombardean durante meses con sus eslóganes falsos y enlatados y así consiguen que todos entremos en la misma sala de proyección, a recrearnos en un realidad única y lineal, en una realidad que solo les beneficia a ellos.

En la noche de entrega de los Oscar se organizan cientos de fiestas privadas en hoteles de lujo y en las mansiones de las grandes estrellas. Esa misma noche una ONG voluntaria recoge las sobras de comida y bebida de las fiestas, y las reparte por los comedores sociales para dársela a los pobres. Excelente metáfora para cerrar este articulo, los pobres de Los Ángeles alimentándose de las sobras de los ricos, pues eso es lo que hay. Ahora sí, nuestro Hollywood no es una fabrica de sueños, sino más bien una fabrica de pesadillas.