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La sombra de la duda aparecía en Cataluña a mediados de noviembre cuando se supo del fallecimiento de una mujer tras pasar por cuatro hospitales y de la conexión que sus familiares establecían entre su muerte y los recortes aplicados en la sanidad catalana, merecedora de una investigación judicial. A expensas de lo que determine la Justicia, será difícil evitar que la sombra se alargue con nuevos casos a tenor de las advertencias que alimentan las reinvindicaciones de plataformas sociales como "Prou Retallades" o 15-M. El alarmismo no es buen compañero de viaje, pero tampoco lo son la pasividad y la desidia que, en parte, nos han acompañado hasta llegar al punto en el que estamos. El tránsito hacia la austeridad, hacia la eficacia y la eficiencia de los servicios públicos, es ineludible. Sin embargo, hay mínimos que deberían ser intocables. La ciudadanía comparte la convicción de que no es la educación, la sanidad o los servicios sociales por donde se debería haber empezado a recortar. La presión por conseguir una rápida reducción del déficit impuesta por los mercados y la exigencia europeísta aboca a España a ajustar su Estado del Bienestar, sin que haya interés por abordar si es la estructura orgánica por donde se debería haber comenzado.