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Se está diciendo en muchos círculos internacionales que la opción principal nuclear de Irán es poder o intentar cerrar el Estrecho de Ormuz, la ruta más utilizada para la exportación de crudo en muchas partes del globo. A través de esta ruta de comunicación circula el 90% del petróleo producido en el Golfo Pérsico, más del 40% del tráfico global. La actual tensión bélica no es nueva en el golfo donde Irán dispone de una multitud de opciones militares para interrumpir el movimiento de crudo en el Estrecho. Desde la revolución islámica ha presionado constantemente con su poderío militar a los productores de petróleo de la región, más recientemente durante su conflicto con Irak en los años 80 cuando los kuwaitíes transportaban a través del Estrecho crudo iraquí, sin crear una seria amenaza militar de cerrar el Estrecho.

Teherán tiene la fuerza de su proximidad al Estrecho, cuya geoestratégica posición demuestra su importancia y con solamente amenazar con minar el canal o atacar a los petroleros con misiles consiga una exitosa estrategia de disuasión que puede volver en su contra, considerando que tales amenazas abren el camino para una intervención militar por parte de Estados Unidos (EEUU), cuyo interés en el flujo normal de crudo en el Estrecho es de importancia vital.
Se rumorea que esta misma semana el presidente Obama ha enviado una carta al Líder Supremo de la Revolución Islámica iraní advirtiendo que cualquier intento de cerrar el Estrecho de Ormuz tendría graves consecuencias. El envío de un segundo portaaviones al Golfo Pérsico da credibilidad a dichos rumores y evidencia que la posición del Pentágono es no permitir que Irán lleve a cabo sus amenazas. El comandante supremo de las Fuerzas Armadas americanas (Chairman of the Joint Chiefs of Staff, en inglés), el General Michael Dempsey, visita estos días Israel que es considerado un inestimable aliado en la región.
De otra parte las tensiones van en aumento en el Oriente Medio, especialmente con la retirada de las tropas estadounidenses de Irak donde Irán está aprovechando el oportuno vacío de poder para reafirmar su influencia y eliminar cualquier nuevo intento por parte de Irak de amenazar otra vez su seguridad nacional. La salida de las tropas americanas ha creado un inmenso impacto psicológico entre la élite del Golfo Pérsico. Quiero recordar que, desde el declive del poderío militar británico después de la Segunda Guerra Mundial, ha sido EEUU, con su prepotencia militar, que ha mantenido el poder de dicha élite y el consecuente flujo normal de petróleo de la región.

De momento Irán, a pesar de su constante retórica, es muy cautelosa en su política, sin ser pasiva tampoco, sino simplemente porque quiere evitar involucrarse en situaciones altamente peligrosas. Para ellos es suficiente emplear métodos clandestinos y fomentar alianzas en su entorno. Los eventos en Siria están propiciando un serio contratiempo en las esferas occidentales donde se pronostica la inminente caída del presidente sirio Bashar al Assad. Su aislamiento por parte de las potencias occidentales y, más importantes todavía, de la Liga Árabe ha creado una inevitable dependencia de Irán.

Con la continuación del régimen de Assad o el régimen sin Assad, Irán disfrutará de una considerable influencia en Siria, como con Hezbollah en el Líbano. La situación en Irak, con influencia shiíta, la supervivencia del régimen alauita en Siria propiciarán a Irán una preponderancia indiscutible desde el oeste de Afganistán hasta el propio Mediterráneo. De momento la respuesta americana es desarrollar estrategias clandestinas de sabotaje y quizás asesinatos con la finalidad de socavar la actividad nuclear de Irán. De hecho, un científico iraní ha sido asesinado esta misma semana en Teherán. De otra parte los EEUU están fomentando la implantación de sanciones contra el régimen iraní, especialmente dirigidas al sector petrolero. Sin embargo, esta última medida tiene sus propias dificultades. Primero, Japón que es el segundo consumidor de petróleo iraní, ha prometido apoyar las medidas sancionadoras pero sin concretar dicho apoyo. Segundo, China que es el primero importador de crudo iraní e India el tercero, han decidido continuar con sus importaciones sin tener en cuenta las presiones proclamadas por EEUU. Los rusos no desaprueban las sanciones pero no las apoyarán. Turquía no quiere, por razones económicas, confrontarse con los iranís. Los europeos, con su propia crisis económica, no tienen prisa para aplicar sanciones, y si aceptamos que dicha crisis tiene connotaciones políticas, no podemos considerar que vayan a ser proclives a aventurarse en una posible acción militar contra Irán. Tampoco es plausible una invasión americana del territorio iraní. La opción aérea contra objetivos nucleares sí que será factible, pero tendrá que extenderse a blancos convencionales. En este contexto no se puede olvidar que Irán tiene un importante arsenal de fuerzas convencionales.

Una estrategia de destrucciones aéreas, tanto en el campo nuclear como convencional beneficiará a EEUU, pero será, otra vez una campaña de larga duración considerando la capacidad militar de Irán. Lo hemos visto durante las campañas de Kosovo y Desert Storm (Tormenta del Desierto, en inglés), en que contra un adversario de fuerzas débiles se empleó mucho tiempo sin que se acometieran resultados notables. Además, no se puede descontar el poderío militar iraní y muy particularmente el Estrecho de Ormuz donde podría complicarse el movimiento de crudo proveniente del Golfo Pérsico, asestando un terrible golpe a la frágil economía mundial.