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Los más duros calificativos contra la instrucción de un juez se han escuchado este martes en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo; en la causa que se sigue contra Baltasar Garzón por declararse competente para investigar los crímenes del franquismo.
Mientras el fiscal del Supremo Luis Navajas calificaba la instrucción del magistrado Luciano Varela de "insólita" e "insostenible", los gritos de los manifestantes en la calle a favor del juez Garzón, sentado en el banquillo, se podían oír con toda nitidez dentro de la sala.

El abogado defensor de Garzón utilizó el término "sesgada" para describir la labor de Varela y, pese a que en su alegato iba citando continuamente anterior jurisprudencia del alto tribunal, fueron, sin duda, mucho más contundentes las frases que, como losas, iba desgranando Luis Navajas, uno de los fiscales con más experiencia del Supremo.

Recordó que, en sus treinta y cinco años en la fiscalía, jamás había visto una instrucción parecida ni en el fondo ni en la forma, y relató cómo el juez Varela ayudó a rehacer la acusación redactada por el sindicato ultraderechista Manos Limpias, para "reconstruir lo que era absolutamente irreconstruible".

De manera demoledora recordó también que la "absoluta nulidad" de lo hecho por Varela sobre el escrito de acusación obligó a la fiscalía a recusar, por primera vez en la historia del Supremo, a toda una sala de lo penal, para evitar enfrentarse con una descalificación del Tribunal Europeo de Derecho Humanos. Los observadores internacionales que seguía la vista oral observaban con asombro las caras de los presentes.

Uno de estos observadores es el asesor jurídico de Amnistía Internacional, cuyo testimonio no ha sido aceptado por el tribunal. Hugo Relva asegura que si le hubieran dejado hablar, habría defendido que la Ley de Amnistía de 1977 no puede impedir la investigación de los crímenes de la dictadura, porque eso supone no respetar las obligaciones que el derecho internacional impone a España de investigar cualquier violación de los derechos humanos.

Es cierto que Baltasar Garzón ha tenido debilidad por las causas con repercusión mediática, que ha actuado desde la Audiencia Nacional a veces con insolencia y exceso de vedetismo, que ha acaparado sumarios con relevancia política y social, que desconoce el sosiego exigible a la función judicial, por lo que sus actuaciones solo despiertan o admiración enfervorizada u odios sarracenos. Pero querer quitarle la toga por defender a las víctimas de la brutal represión franquista, gentes a los que la democracia, tantos años después, todavía no ha devuelto a sus muertos, es muy fuerte.

Como en los procesamientos de Garzón nada es casual puede que el martes próximo, cuando se reanude la sesión, ya se conozca la sentencia por las escuchas de los capos de la Gürtel. Si le condenan, el magistrado Varela se va a quedar sin el gusto de ser él quien le expulse de la carrera judicial.