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Una vez más, mi queja por cuantas veces he leído en nuestro Menorca el salvamento de la goleta italiana "Aiuto di Dio", incluso años después se repitió en un libro. La primera vez que esto sucedió, mi padre, al cel sia, dio buena cuenta al que firmó el trabajo. Aquel alegó que lo había copiado de la prensa escrita de la época. Grave error.

Es por ello que hoy lo hago, tal cual lo vivió el mecánico de la motora. Lo hizo en calidad de superviviente de cuantos acudieron con los remolcadores al salvamento de los italianos. Lo de escribir uno sobre otros, amén de plagiar, conlleva a estos graves errores que en nada favorecen a la historia.
2 de febrero de 1928. El vigía de la Comandancia de Marina dio la noticia de que se hallaba un barco fondeado frente a es Clot de la Mola. A los dos días continuaba en el mismo lugar, lo que alarmó a las autoridades, decidiendo su salvamento. Se trataba de una goleta con carga de azúcar y madera. Lo ocupaban el armador y capitán del mismo, Andrea Rum, su hijo mayor Evidio, naturales de Porto St. Stefano, los marineros Giusep­pe Olivarri, Giovanni, Victorio, Egidio y un niño de corta edad llamado Guido, que a pesar de su malestar, no abandonaba a su gato, que por cierto se salvó, no corriendo la misma suerte un gallo, que también acompañaba al chiquillo.

Surcaba las enfurecidas aguas del Mediterráneo la goleta italiana "Aiuto di Dio", con su patrón señor Andrea, rumbo a Palamós. Viéndose sorprendidos por una furiosa tempestad. Viéndose obligados a hacerle en popa, pudiendo alcanzar la isla de Menorca, refugiándose detrás de La Mola.

Cumpliéndose las órdenes emanadas del entonces jefe de Transportes Militares de Mahón, don José Moreno Burgos, se reunieron las dos tripulaciones de los dos remolcadores números 1 y 2. Al mando de los patrones D. Antonio Calderón Virginia y D. Antonio Previ Seguí. Los mecánicos señores Conrado Mantolán Arbona, Gregorio Caules Llull en el remolcador nº 1. Mientras en el nº 2 se encontraban D. Benito Reynés y Gabriel Pelegrí.

Embarcaron los tripulantes y es de suponer que mandados por el Comandante de Marina o de la Base Naval, fueron embarcados los prácticos del puerto, señores Preto y Vila. Dichos señores fueron partidarios, dado el gran temporal reinante, procedente del Norte, de lastrar los dos remolcadores, por lo que se decidieron a hacer un cargamento de lastre procedente del Vaporcito de Artillería, conocido por el Vaporet. No quedando aún satisfechos continuaba mi padre diciéndome:

Fuimos a Cales Fonts, donde recogimos más lastre, cedido por Obras de Puertos.
Al salir de Cales Fonts y mirar hacia las afueras del puerto, vimos el escalofriante espectáculo de un cielo gris, bajo el que se presentía la tragedia.
Llegamos al llamado escollo Llotja de Fora. Por la ventanilla pudimos ver cómo nos pasaba por el lado de estribor un submarino, y detrás de este, otro. Se trataba de los submarinos A-1 y A-2.

Continuaba mi padre dictándome: El número 1 hizo rumbo hacia es Clot de la Mola. O sea, sa Redossa de na Janas (escollo). Allí el señor Juan Vila Victory que se había embarcado en el remolcador se puso de acuerdo con el señor Preto, para que saliera el remolcador nº 1 rumbo a la goleta. Los que estaban en la cubierta de la motora observando las maniobras que se realizaban, vieron cómo el submarino no se podía arrimar al buque, impedido por los continuos bandazos que daban ambas embarcaciones.

Por la parte de estribor, o sea a sotavento, nos echaron una espía que no pudimos coger, pero al dar la vuelta a la goleta por la parte de babor de esta, el marinero D. Lorenzo Orfila Vatllori salió de la camareta de popa, de la cual solamente se le veía asomar la cabeza, y lanzó un cabo a la nave. Aquellos por fortuna la pudieron coger y prestos la amarraron. Al mismo tiempo, el señor Orfila amarró a la galocha de proa. En una palabra, fue la obra de un gran marinero, de un buen conocedor de las maniobras en alta mar, dado que toda esta operación la hizo sin recibir orden alguna, fue su intuición la que le dictó lo que debía hacer en aquellos momentos, esta fue nuestra salvación ya que así quedamos proa a la mar amparados por la embarcación italiana que nos rompía los golpes de mar. El que el remolcador nº 1 dispusiera de un hombre como en Situs Farrera, fue una bendición de Dios, ya que la odisea no se habría podido ni explicar y mucho menos escribir. Pudiéndose salvar los tripulantes subiendo al remolcador número 1. Una vez a bordo, hicimos avante a poca marcha logrando llegar a sa Redossa de la Mola dirigiéndonos a la Estación Naval, donde desembarcaron los tripulantes.

El gran equívoco del redactor del periódico fue dar el salvamento gracias a los submarinos y años después esto se multiplicó en dar publicidad al que fuera almirante Abarzuza. Ya va siendo hora que cuantos se interesan por el tema sepan que el salvamento fue realizado por el remolcador de Transportes Militares nº 1, gracias a la pericia del marinero Lorenzo Orfila .

Claro que sí, que el submarino deseaba ser útil a la maniobra, pero le era imposible, ya que el barco italiano se encontraba bien fondeado, pero las anclas se encontraban con el fondo arenoso y resbalaban, este era el peligro de que el barco se estrellara en la punta conocida por na Girada. Dio la coincidencia al soltar la goleta el hijo mayor del capitán señor Andrea, que apoyado por un cabo de marina, que había logrado saltar a la goleta arriesgando su vida dispararan las anclas y el barco quedó a merced del cabo de acero que les habían dado desde el submarino. Al hacer avante él mismo, era tan fuerte el temporal que se rompió el cable y el barco italiano quedó a merced de las olas.

Los submarinos hicieron lo posible para salvarlo, al igual que a los dos hombres que en él había.
Los tripulantes fueron atendidos en la Base Naval. Tras pasar varios días en nuestra ciudad, regresaron a Italia ayudados por el cónsul de aquel país, don Francisco Ponseti Vinent.

El "Aiuto di Dio" se fue a la deriva hasta que se perdió de vista. Meses más tarde fueron recibidos dos diplomas de agradecimiento para los patrones de los remolcadores, señores Calderón y Previ, una medalla para cada uno de los tripulantes, por supuesto para el marinero que sin ser ordenado por ningún superior arriesgó su vida. Amén de las medallas, recibieron la felicitación de su majestad el rey D. Alfonso XIII.
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margarita.caules@gmail.com