TW
0

Rajoy dice poco y aparentemente para otros, habla privadamente pero en realidad para que luego se haga público y reinterpretado llegue a los verdaderos destinatarios: "esta reforma me costará una huelga" dijo, y esa frase en boca de Rajoy suena para Angela Merkel como si en alemán hubiera dicho un claro y conciso "oído cocina". Para los españoles, sin embargo, esa misma frase tiene un doble contenido de distinto mensaje. Por un lado nos está diciendo que se va a realizar una reforma que va a castigar todavía más a los más vulnerables, es decir, se abaratarán los despidos, se facilitarán contratos flexibles y reversibles, se moderarán más los salarios y en fin, que todo se reestructurará de forma que se sirva en bandeja que los más favorecidos puedan mantener más tiempo su situación y mejorarla mientras el resto empeora y organiza huelgas. Y por otro lado lo que Mariano Rajoy nos está diciendo con esa frase es que no le impresionan las huelgas y que concretamente ésta no le va a hacer cambiar de opinión, pues la decisión está tomada teniéndola en cuenta de antemano, antes incluso de que se organice y se lleve a cabo, independientemente del éxito y el índice de participación, todo un malabarismo político, ningunear una huelga, restarle valor o trascendencia antes de que ocurra y sin que se conozca no ya que va a realizarse sino siquiera el contexto real por el que debería protestar, es, sin duda, un hecho nuevo, insólito, no tan astuto como perverso.

Pero antes de la reforma y de la huelga, que ya ha anticipado despreocupadamente Rajoy, tienen que llegar las elecciones andaluzas en las que probablemente pasará lo mismo que ha sucedido con las generales, esto es, que acabe ganándolas el más experto en perderlas. El caso es que en el PP están seguros de que tal y como están las encuestas y el ánimo, lo mejor de momento es esperar y no hacer nada todavía, que lo que toca es contener la presión internacional con guiños como el de Rajoy el otro día, y que no han de materializar nada ni dar detalles hasta que no sea efectivo su poder también en Andalucía, a manos de Javier Arenas, tras tres intentos fallidos, sin que le llegase la vencida. Y es que hoy, en política, la persistencia es un valor al alza que roza ya la obstinación, los mejores políticos, los más aparentemente capaces, son aquellos que logran aislarse mejor de la realidad y abstraerse de manera que no les afecte ni condicione.

Y así estamos, gobernados por políticos que tratan de fijar sus objetivos sin fijarse en el rumbo y sin poder variarlo, dando, eso sí, vistosos bandazos de un lado al otro cada vez que se cambia de partido, deshaciendo y rehaciendo, como vamos viendo, avanzando hacia atrás sin mirar al pasado, en un torpe y tozudo viaje hacia ningún sitio, mientras somos devorados por la economía que también nos sustenta.