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Decía mi suegra, Antonia Pons Justo, al cel sia, que la noche en que un fuerte temporal deshizo el velamen de las aspas del molino de su padre –el mismo que había sido de sus antepasados desde antes de 1770–, el edificio tembló. Tanto, que toda la familia se unió en un fuerte abrazo en la alcoba de enmig, dando gracias a Dios por haberse salvado de aquel grandioso siniestro. No lo olvidó jamás.

Al amanecer, al levantarse con la claridad del día se supo de la gran pérdida, de los daños ocasionados, de lo que iba a ser el final del viejo molino.

La vida continuó estableciéndose en la ciudad y aquellos niños en Miquel i Emilio, ya no podrían continuar en el oficio que habían ido marcando es Xoriguers. Así fue. Miguel, hombre de aspiraciones y actividades culturales, fue escribiente, como los llamaban entonces, en el ayuntamiento mahonés y en casa Villalonga es Fornero fábrica de licores y del gin de más renombre, la familia Villalonga lo había elaborado desde Déu sap quan. La fábrica se vio envuelta en un gran incendio y él, deseoso de continuar, intentó adquirir la fórmula, algo que jamás logró, la viuda se aferró en que no se diera continuidad.

Es conco Miquel, según siempre me ha explicado mi esposo, con un tesón desmesurado se cerró en el desván de su casa y no bajó hasta lograr su máxima proximidad al bouquet des Fornero. Fue tanto su trabajo que muchos creyeron, y algunos continúan en ello, que los Villalonga se la traspasaron.

Mientras tanto, su hermano es conco Emilio, era un superdotado, sus manos parecidas a las de su madre, na Juana Justo Coll muy habilidosa, se dedicó a lo que hoy se llama decorador. Pintaba y trabajaba el pan de oro. Tapizó las casas señoriales y salones que debían recibir a los grandes de España. Uno de sus trabajos fue el Teatro Principal.

Las aspas rodaron en los tiempos. Encontrándose uno tras otro de aquella familia que provenían de un oficio tan antiguo como la vida misma, molineros. Y la vida fue pasando, el molino no volvió a girar, como ya he dicho más arriba, pero el amor al mismo se fue traspasando de unos a otros, heredándolo el mayor, en Miquel, en época que no se percibían subvenciones. ni un cèntim del Estado ni de nadie para su mantenimiento, la familia como pudo lo mantuvo en pie. Y fue también la mayor de aquel gran hombre, la que se hizo cargo del mismo, Juana, romántica como su padre, amante de la naturaleza y de cuanto tuviera que ver con la belleza de Menorca, admiraba sus campos y nuestra cultura, mujer culta, avanzada en sus tiempos, que tuvo la fatalidad de enviudar demasiado pronto de su esposo, Eduardo Pons Portella.

Este pasado sábado, mi querida Juana pasó por última vez por el camino contiguo al molino, dejando atrás días felices con sus hijos, nietos, sus hermanas, sobrinas, familiares y amigos, que tanto la han querido y con tanto mimo la han cuidado de su grave enfermedad, la misma que la había alejado de estas cosas que siempre tanto amó.

Descansa en paz. Juana. Quedándome con las hermosas palabras que te dedicó el reverendo Josep Manguán, siempre tan oportunas, haciendo que a los asistentes a tu funeral se les escapara una furtiva lágrima. Mientras un coro celestial te trasportaba a la balconada desde donde siempre estarás atenta de tu tierra, des Molí des Xoriguer donde perdura el espíritu artesanal. S'Algar, con sus gentes que tanto sabe de un tiempo en que la risa de tus hijos se confundía con la felicidad de un gran amor.