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Qué manía más extraña tienen los famosos de morirse jóvenes, con lo bonita que es la vida. Visto desde fuera, la fama y todo lo que la envuelve resulta atractivo, pero si el precio que debes pagar para saborearlo es acabar boca abajo en una bañera o con los sesos esparcidos por una pared, a lo Kurt Cobain, no sé yo si compensa. Las cantantes Whitney Houston y Amy Winehouse, los actores Heath Ledger, el mejor Jocker de la historia, James Dean o el mismísimo Michael Jackson se fueron antes de tiempo y rodeados de muchas de las cosas que los mortales comunes ansiamos...

"Siempre se van los mejores..." es uno de los tópicos del que se abusa en estos casos. Puedo parecer falto de sentimientos pero a mí me parece que alguien que se esnifa hasta el polvo de la ventana, que se bebe hasta el agua del limpiaparabrisas o que necesita pastillas para dormir y para despertarse, en algún momento del festín, se ha ganado a pulso lo de no llegar a los 30 años.

Hay muchas formas de gestionar la fama. Si te llega demasiado pronto y las compañías que te rodean no son las adecuadas se te puede ir de las manos. Le pasó a Houston, una voz privilegiada, a Winehouse, otro tanto, y les pasará a muchos más. Lo triste es que no nos damos cuenta de que somos unos juguetes hasta que nos rompemos, hasta que es demasiado tarde, pero todavía es peor cuando este coqueteo con las drogas te lo encuentras en tu mejor amigo, en tu compañero de trabajo o en alguien conocido que te asegura, por activa y por pasiva, que "no es para tanto" y que controla.

Lamentablemente conozco a mucha gente que consume drogas habitualmente. Unos más, otros menos. Sé que hay quien ha conducido bebido -yo también lo he hecho- creyéndose el rey del mundo e invencible, como James Dean cuando espachurró su Porche contra un árbol que, casualmente, pasaba por ahí. Es un error y me convenzo de que no volveré a hacerlo y afortunadamente las veces que lo he hecho se cuentan con una mano y sobran algunos dedos.

Nos cobijamos en un escudo invisible convencidos de que "eso es imposible que me pase" y hay quien, al final, se pasa de la raya. En todos los sentidos. Y es entonces cuando nos marchamos por la puerta de atrás, dejando familiares y amigos que se lamentan por no haber ayudado antes, porque ya no hay vuelta atrás. Pero los hay que todavía están a tiempo de actuar... Hay juguetes que todavía no están rotos.
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dgelabertpetrus@gmail.com