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Hoy viernes hace una semana que Bruce Springsteen actuó en el Teatro Apolo de Harlem (NYC) junto a sus históricos músicos de "The E Street Band" con motivo de la aparición de su nuevo disco "Wrecking Ball". El chico de New Jersey sigue siendo el discípulo de Dylan, de Guthrie y de toda la estirpe del country-blues y del folk-rock americano. Recuerdo especialmente una de sus actuaciones en España. Fue en Barcelona, hará unos veinte años, en un Camp Nou abarrotado. Su irrupción en el escenario fue a los acordes del clásico "Twist and shout", que unificó después a los de "La Bamba". Aquel ataque por sorpresa anuló toda resistencia y desde un mismo comienzo ya se "quedó" literalmente con toda aquella audiencia latina. El cénit de aquella actuación fue la interpretación de su conocida canción "Hungry heart". El saxo de Clarence Clemons aullaba con poderío y marcaba territorio. Todos sabíamos de lo que se trataba. Era el grito desesperado de quien busca alejarse de la soledad, de quien quiere encontrar lo que no tiene. De quien quiere identificarse con algo.
Todos tenemos necesidad de identificarnos con algo, necesidad de creer en algo. Los ciudadanos nos identificamos con las características de la sociedad a la cual pertenecemos. Son las que nos definen como tales. Por ejemplo, cuando decimos que somos menorquines ¿qué queremos decir? Además de confirmar la pertenencia a una realidad geográfica bien definida (nada hay tan concreto geográficamente como una isla), nos significamos como pertenecientes a una realidad social que asume su historia y que nos enmarca como individuos.

¿Y qué enmarca esa realidad social determinada? ¿Cuál es la realidad social histórica de los menorquines? ¿No nos enmarcan las experiencias históricas de pertenecer a una tierra que ha pasado por tantos avatares y que ha vivido tantos acontecimientos o más bien enmarca solo una realidad alquilada que algunos quieren que adoptemos en exclusiva? Somos lo que somos porque hemos vivido lo que hemos vivido.

Creo que Menorca sufre actualmente de falta de concreción, sufre una falta de identidad. En todos los sentidos. La identidad económica está dispersa puesto que no cuadran las voluntades de algunos con las realidades que presenta la isla. Los anhelos buenistas no dan de comer a los menorquines, solo adornan el paisaje. La antigua identidad que dio carácter a Menorca hace años que ya se difuminó y todavía no se ha conseguido otra. ¿Debe ser el turismo el único motor de la isla? Muchos no lo creemos. Deben de surgir otras opciones. Encontrarlas es el deber de los políticos. Y de la sociedad que no debe de escuchar los cantos del cisne ciego y perdido en un lago que desconoce.

Por otra parte, y curiosamente en la época de las comunicaciones, Menorca está más aislada que nunca. Ahora dependemos del comienzo de la temporada turística para poder reanudar fácilmente nuestro contacto con el mundo. ¿Y mientras? Asistimos a una Menorca en plena hibernación en espera de que llegue la temporada. Somos como un oso que se quiere despertar ya del sueño invernal. Entretanto es chocante que se programen importantes programas de radio de alcance nacional que dan mucha publicidad a la Isla en un momento en que la gente no puede ni llegar a Menorca. ¿Esfuerzo apreciable pero a destiempo?

El virus del desconcierto cultural se ha injertado también en nuestra sociedad. Algunos, pocos pero con el consentimiento cobarde de muchos, han conseguido que sea difícil que los más jóvenes hereden nuestro yo más propio. Poner en duda nuestra identidad es la mejor forma para intentar manipularla y hacernos claudicar ante el conocido colonialismo cultural "à la page".

Menorca necesita un revulsivo, necesita reafirmarse en sí misma. El camino es reencontrar nuestra pasada cultura de la iniciativa privada y abogar no por el aldeanismo empobrecedor sino por el cosmopolitismo activo. Dejémonos de monsergas y de dependencias y pongamos la Isla a trabajar. Lo sabemos hacer cuando queremos.

Notas
- Para algunos la mejor noticia de la semana es sin duda el anuncio de una próxima gira de los Rolling Stones para el 2013. Y, de nuevo, con Bill Wyman. Eso sí vale la pena. 50 años de vida. Todo un mérito. "The Stones are back to town".
- ¿No causa un cierto rubor que los 7 directores de los Institutos de Secundaria de la isla estén encantados de haberse conocido por el "éxito evidente" (del sistema de enseñanza actual) y por la "cohesión social" conseguida cuando el éxito del fracaso escolar en nuestra isla es asombroso? Esa manoseada "cohesión social" es un concepto totalitario usado para justificar una imposición que solo conduce al fracaso conocido.