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Recientes escritos sobre la organización y explotación económica del puerto de Mahón denotan que la gestión allí es manifiestamente mejorable. No soy versado en el tema, pero los escritos desvelan que los precios de los amarres son exagerados, que las ofertas dinerarias a desembolsar por las empresas concesionarias, que presentan en los concursos, no son viables a posteriori, lo cual repercute al alza en las tasas de los amarres, que los cruceros no son precisamente los servicios más rentables para generar rentas en el sector, que las continuas obras portuarias reducen el espejo de las aguas y otros extremos que unidos a la crisis económica general hace que tengamos un puerto prácticamente vacío de barcos si lo comparamos con los ejercicios anteriores.

Hace unas semanas di una conferencia en la Real Liga Naval Española en su sede central de Madrid acerca de "la mar y la economía" con especial referencia al puerto de Mahón y en el coloquio después de preguntarme vanamente por los precios de los amarres en el puerto alguien dijo que eran los más caros del Mediterráneo y que mucha gente está dejando de fondear en nuestro puerto buscando abrigo en aguas más acordes con los tiempos que corren.

Con todo, hay un argumento fundamental para reivindicar las explicaciones que presentan Luís Barca, Javier Hernández Montesinos, Javier Pujol Usandiuzaga y Javier Sintas Ponte, que no manejan en sus escritos, en lo que quiero insistir; y es que el puerto de Mahón es la joya de la Corona de Menorca, la plata de la familia menorquina. Sin duda es el activo más sobresaliente de toda la isla, reconocido desde la antigüedad como nos recuerda el franciscano exclaustrado, experto en comercio, Francisco Pons en su "Compendio de las Excelencias de Puerto de Mahón" (1819), quien dice: "Ah! Mahoneses, el puerto es vuestro Potosí, vuestra mina inagotable: su situación es la más ventajosa para el comercio. Colocado en medio del Mediterráneo, se os hace muy fácil el poder mantener relaciones comerciales con todas las costas de Europa y una gran parte de Asia y Africa (…) Tanto ha sido siempre el aprecio que se ha hecho del puerto de Mahón, desde que se empezaron a surcar los mares! ¿Y serían sólo los naturales, que no conociesen su valor?" Este puerto natural sin duda es de los más atractivos del Mare Nostrum, disputado por las grandes potencias del siglo XVIII, precisamente cuando el Reino Unido experimentaba la Revolución Industrial. En París, cerca de la Madeleine, la calle en honor a Menorca lleva el nombre de Port-Mahó.

Si uno visita el Museo Naval de Madrid, que lo recomiendo, podrá contemplar que el modelo de maqueta representativo de fragata de la segunda mitad del siglo XVIII es precisamente una de las seis mahonesas construidas en el Arsenal de Mahón, ya de vuelta a la Corona de España, entre 1789 y 1797, en una estancia de cuyas paredes cuelgan dos espléndidos cuadros del puerto, exhibiendo la fortaleza de la Mola.

En la visita de la Colección Hernández Sanz-Hernández Mora, ahora bien guiada con acierto por la estudiosa Ángela Vallés y que tiene gran éxito, es fácil apreciar que las obras que contribuyen a disfrutar de aspectos esenciales de la cultura menorquina radican en las pinturas, grabados, acuarelas y mapas del puerto, salidos de manos de grandes artistas como los Chiesa, Calbó, Schranz, Font, Hernández Sanz, Hernández Monjo y otros.

Son muchos los testimonios que ilustran como el puerto de Mahón constituye la primera y gran baza de la isla, tanto en lo estético como en lo económico, por el que Menorca ha escrito notables páginas de la historia universal del siglo XVIII. Todos los afanes protectores de aquellos expertos mencionados deberían sensibilizar a los gobernantes insulares y encontrar apoyo generalizado entre los menorquines porque según esté el puerto andará Menorca.