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Mira que lo intento. Pero es imposible. Incluso de las escasísimas buenas noticias que aparecen esporádicamente en este universo de basura en el que nos venimos rebozando, se desprende un desagradable tufillo a descomposición, tufillo que me tiene tan nauseado que me impide saborear como desearía el fluir de la vida hacia la primavera (hacia la poesía diría líricamente Alejandro Río Carreras).

Desde luego constituye una excelente noticia que el Estado se vaya deshaciendo de furtivos consejeros de empresas, patronatos y demás creaciones de aliento nepotista y financiación pública que riegan de déficit nuestras tesorerías. Cientos de instituciones que nacieron y fueron (mal) criadas con nuestra pasta, muy posiblemente ideadas con el noble fin de dar cobijo a cuñados y parásitos de amplio espectro. Cientos, miles de millones de euros moviéndose sostenidamente y de manera vergonzosa de nuestra cartera a las cuentas corrientes de ociosos vampiros. Mira que lo intento. Me afano en valorar exclusivamente como "buena" la noticia de una tímida actuación gubernamental poniendo coto a tan sangrante injusticia. Pero es que esta noticia buena lleva adosada también la constatación de que ha habido un lamentable y culpable silencio de todos nuestros administradores con el que han bendecido este repugnante estado de cosas durante lustros sin decir esta boca es mía. Y esto ya constituye una noticia más mediocre, tirando a chunga.

Me apena que tenga que ser la vicepresidenta de un gobierno del partido que cuenta en sus filas con personajes de la talla de Barcenas, Matas, Camps, Fabra, Zaplana ( sí, todavía me acuerdo de Zaplana a pesar de que he intentado borrarlo del disco duro) y otros prohombres(*) de pareja calaña, quien actúe contra esta lacra; me apena que tenga que ser ella, seguramente amiga entrañable de muchos de ellos, quien me ilumine (este punto era para mí desconocido) sobre el hecho irritante de que algunas de estas empresas no tienen actividad desde hace años y que muchas tienen más consejeros que empleados, y que los sueldos y dietas de este clan tienden a ser sabrosos. Se añade así al desconcierto una alarmante sensación de desamparo. ¿Dónde estabais todos estos años, gobernantes del PSOE, y anteriormente del PP? ¿Por qué no mirabais hacia ese lado del escenario donde se interpretaba este enredo? ¿Por qué callabais indignamente, opositores del arco parlamentario? ¿Es que todos disponéis de cuñados a los que no podéis traicionar? ¿Es posible que ni siquiera consideréis oportuno disimular un poco a fin de dar la sensación de que os importamos algo más que un bledo? ¿Por qué nadie ha hecho nada hasta ahora?

Quizás en el Senado, donde no hay demasiados asuntos verdaderamente vinculantes que despachar sí se haya tenido oportunidad de preocuparse por denunciar esta estafa continuada. Yo no tengo noticia. ¿O acaso el Senado se parece demasiado a esa élite de consejeros de empresas sin actividad? ¿Acaso la función real actual del Senado es tan prescindible como onerosa?

Agradeciendo, como no podría ser de otra manera a doña Soraya el acertado gesto de desmontar algunas de estas empresas, me pregunto si no habrá sido en exceso timorata. Sí, señora Sáenz de Santamaría, la animo a que no limite sus escobazos a los casos que ha anunciado. Barra, barra con más entusiasmo. Verá cuanta porquería encuentra por ese lado de la casa. Deje un poco respirar la zona del hospital y la escuela, que ya parecen bastante repasados (incluso se diría que se ha abusado de la lejía, por lo que algunos tejidos acabarán quizás por desgarrarse); use ahora desincrustante para las diputaciones, para los cargos públicos duplicados y triplicados, para las impunes cúpulas de algunas cajas de ahorro, desbocadas en la alocada carrera que mantienen para asegurarse un opulento futuro, autopremiando así de manera ejemplar su demostrada incapacidad. Use por favor "salfumant" en los aeropuertos sin aviones. No limite en definitiva el zafarrancho a los cuatro casos con los que (muy adecuadamente) ha abierto este melón.

Si así actuase, no se lo agradecerían tan solo las arcas del Estado, se lo agradecería de corazón la ciudadanía que posiblemente comienza a desear con creciente determinación rescatar sus debilitadas esperanzas de equidad de entre los escombros en que la mantienen enterrada nuestros representantes institucionales.
(*)No tengo censada ninguna promujer con estas características etológicas.