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Durante estas semanas del actual curso los centros de enseñanza se disponen a preparar el curso siguiente. Las previsiones sobre las matriculaciones ocupan un lugar importante en dicha preparación. De todas las materias que el curriculum escolar impone a los alumnos, hay una que tiene una especial significación para muchos miembros de la comunidad educativa porque obliga a tomar sobre ella una decisión.

Me estoy refiriendo a la Enseñanza de la Religión y Moral Católica. Y solicito la atención de todos los católicos, padres y alumnos, profesores y sacerdotes para que esta materia cuente con vuestra decidida y favorable opción porque tiene un gran valor y es muy importante para la formación integral y cristiana de los alumnos. Solicito a todos los demás comprensión y respeto por los contenidos de esta asignatura que se imparten con normalidad en los sistemas educativos de muchos países de nuestro entorno. No es un caso aislado o extraño el de nuestro país.

Me gustaría explicar con detalle la importancia de la enseñanza de la religión en la escuela y sus fuentes psicológicas, sociológicas, culturales e históricas que la justifican. Del mismo modo narrar con brevedad las difíciles circunstancias que ha vivido esta asignatura en los últimos treinta años y las complicaciones de todo tipo para encajarla con dignidad en el actual curriculum escolar. Me limito a resumir en unas cuantas afirmaciones su naturaleza y acepto que algunos expertos podrían añadir otras consideraciones:

Es un derecho fundamental de los padres reconocido por la Constitución Española en el artículo 27. 3. No es un privilegio de los obispos o de la Iglesia.

Es una satisfacción personal y profesional para tantos profesores que la imparten o que ven favorecidas sus materias por sus coincidencias, complementariedades o contrastes. No se puede confundir con la catequesis que se ofrece en las parroquias puesto que está en diálogo constante con las demás asignaturas.

Es una obligación de las autoridades educativas y de los responsables de los centros escolares ofrecer esta enseñanza como una asignatura optativa para que todos ejerzan su derecho con libertad y sin cortapisa alguna. Los profesores de religión reúnen los requisitos académicos similares a los exigidos para los docentes de las demás materias.
Es una preocupación para los propios responsables eclesiales que los niños y jóvenes carezcan de una explicación coherente respecto a las grandes respuestas de sentido que pueden encontrar todos ellos en Jesucristo y su Iglesia.

Es una responsabilidad de la comunidad cristiana conseguir que todos sus miembros posean un buen bagaje cultural, nacido de la fe y desarrollado por muchas generaciones a lo largo de los siglos, y sepan dar razones suficientes de su esperanza.

Es una gran prueba de tolerancia por parte de toda nuestra sociedad posibilitar que las motivaciones y convicciones de muchos cristianos sean educadas y purificadas con el fin de que haya cada vez mayor número de ciudadanos, bien preparados, que dediquen su tiempo al servicio del bien común, desde una plataforma confesional.

Por mi parte deseo, con estas líneas, aconsejar y urgir a todos los escolares a inscribirse en esta materia en sus respectivos centros, bien por propia decisión o bien por voluntad de sus padres.

Las estadísticas sobre esta materia, que hace unas semanas se han hecho públicas alcanza un porcentaje del 70'2 % en todos los niveles, en los distintos tipos de centros de enseñanza y en todas las provincias españolas. En nuestra diócesis es mucho menor el porcentaje (llega al 43'3 %, con el mismo criterio que el nacional); es por ello por lo que insisto en el esfuerzo y la coherencia de todas las familias para sumarse a esta opción de recibir la enseñanza de la religión. Tenemos suficientes argumentos históricos, culturales, psicológicos y académicos para reforzar esta finalidad. Es cierto que hay que superar algunos inconvenientes que esgrimen los alumnos como el mayor número de horas de clase, más asignaturas, más intensidad y dedicación al estudio. Pero merece la pena argumentar y acompañar la decisión positiva al respecto por coherencia vital de los padres y por la educación integral de los hijos.

Estoy seguro de contar con la comprensión de todos para esta petición y el recuerdo del cumplimiento de las leyes y normas por parte de quienes están al frente del sistema educativo y de los centros escolares para garantizar su ejecución.