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Los lunares de Renata es uno de los libros infantiles más bellos que he leído nunca. Escrito por Rafael Ordóñez y publicado por Alfaguara, narra la historia de una mariquita, Renata, que un día de intensa lluvia pierde sus lunares, la tristeza que esto le provoca, y el viaje que emprende para recuperarlos. En su viaje Renata se encuentra con entrañables personajes que le regalan lunares de colores, que sustituyen a los lunares negros que la lluvia se llevó. Es un viaje en busca del color, es un viaje poético lleno de sensibilidad y sentido del humor.

Cuando releo el cuento con mi hijo pequeño, siempre acabamos esbozando una sonrisa de alegría.

Y necesitamos el color, la alegría y la poesía más que nunca. Y lo necesitamos sin ponernos ñoños, sin ponernos sensibleros como en una mala película de domingo por la tarde en la tele.

Leí que, en los últimos años, la palabra que más escuchan los niños de nuestro país es crisis. Supongo que con los millones de hogares tocados, de forma más o menos violenta, por esta situación kafkiana, en cuanto que angustiosa, que atravesamos, es irremediable que los niños escuchen de sus mayores una y otra vez la palabra crisis. Se está pasando de una situación de padres ausentes estresados de trabajo, que suplantaban presencia con regalos materiales, a otra donde los padres se quedan sin trabajo, y están presentes, pero con el estrés de hacer frente a los pagos de la vida, y la amargura de sentirse fracasados. Es decir, los niños tienen ahora a los padres en casa, pero no en las mejores condiciones, por decirlo de la manera más suave.

Se buscan respuestas, se buscan explicaciones, se buscan momentos para la esperanza, o cuanto menos para la distracción. Todos deseamos que deje de llover con tanta fuerza, que la tormenta deje de golpear a los de siempre, que se atisbe algo de justicia. Casi todos hemos perdido los lunares y necesitamos recuperarlos cuanto antes.

No tengo respuestas, no puedo adivinar futuros, no se realmente qué me espera a mí, o a mis hijos. No se que pueden esperar ustedes, o sus hijos. No lo sé. Pero sí que veo la sonrisa que esboza mi pequeño cada vez que Renata recupera un lunar, ¡y además es de color!

Siempre usamos el tópico de "qué mundo estamos dejando a nuestros hijos", pero es un tema donde la responsabilidad más grande la están teniendo otros, donde no deben permitir que le hagan a usted sentir la culpa que corresponde a otros con mucho más poder. Obviamente no deberíamos parar de ejercer nuestro empujón en la dirección que deseemos, lo otro es bajar los brazos para esperar la patada y refugiarnos en el "nada puedo hacer yo".

Como sabiamente reflexionó alguien: "Me preocupa el mundo que dejaremos a nuestros hijos, pero aún más los hijos que dejaremos a este mundo."

Así que, gracias a Rafael y a Renata por sus sonrisas.