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Hay gentes que afortunadamente no tenemos vocación de rebaño. No queremos ni formar parte de una manada ni de una tribu ni mucho menos ser teledirigidos por capataces ideológicos que nos marquen la senda. Algunos estamos hasta el mismísimo moño de los salvadores culturales, de quienes se creen capacitados para dogmatizar sobre lo conveniente y lo no conveniente, sobre lo correcto y lo incorrecto.

Ya lo dijo Dylan ("have no leader"). La liberación está en cada uno de nosotros, nunca en ser parte de una manada. Los rebaños necesitan dirigentes (conductores, führers) para anular la individualidad hasta conseguir doblegar al pueblo y convertirlo, ya tornado en masa, en apéndice de sus obsesiones ideológicas. De ahí las consignas, los lemas, los eslóganes, las mentiras repetidas hasta consolidarlas, etc. Se trata de facilitar como sea la entrada del mensaje para conseguir su efecto.

Algunos creemos que los individuos pueden ser autosuficientes. Muchos queremos ser personas libres, individuales, no formar parte de algo que ha sido decretado como "lo bueno". Algunos aborrecemos lo políticamente correcto ya que lo consideramos como el paradigma de todos los males de la sociedad actual. Un totalitarismo moderno. Seguir consignas nunca ha sido bueno, siempre ha conducido al desastre. Anular la diferencia es letal para la sociedad. La aturde y la duerme. La naturaleza humana es diversa. La liberación está en la individualidad.

En estas últimas décadas se ha impuesto en Menorca (en Baleares) un asfixiante pensamiento cultural acolchado por los políticos acomplejados, incultos e inútiles que se han dejado seducir (sin personalidad no hay resistencia posible) por los "comandos" colaboracionistas que se han ido asentando en la Isla. Éstos, crecidos e incluso financiados generosamente por aquellos acomplejados, han presentado como "normalidad cultural" lo que a todas luces no es sino un genocidio de las peculiaridades menorquinistas que han dado carácter a nuestro secular dialecto isleño. Con las ayudas imprescindibles de quienes lo pueden hacer, los auto denominados "representantes de la cultura" han travestido la personalidad de la Isla pretendiendo convertirnos en una nueva barriada catalana.

Ante la avalancha políticamente correcta que nos usurpa nuestro yo, nadie se atreve a utilizar nuestro dialecto "en pla" en los medios por miedo a ser tachado de pobre, de indigente cultural. Los medios escriben en catalán estándar (algunos incluso son beligerantes en contra de nuestras características más queridas), los chicos estudian en catalán estándar, las administraciones menorquinas se comunican en catalán estándar, etc. Nos imponen la ortopedia lingüística. Niegan nuestra personalidad. La invasión (la anexión) ha sido completa, total. Incluso algunos partidos políticos, hipócritas al cubo, defienden un sarcástico "menorquinismo" cuando realmente se subrogan ante dependencias foráneas. Solo la sociedad civil sigue utilizando nuestro dialecto aunque ya muy "desmejorado" por la terrible presión que ejerce esa nueva "planta invasora" en nuestro hábitat local. Nuestros propios hijos ya no conocen la mayoría de palabras que nos legaron nuestros antepasados. En algunos colegios incluso las tachan como "falta" si son utilizadas en una redacción escrita.

Pero quizás algo empieza a moverse. Algunos menorquines ya comienzan a concienciarse del drama que para la cultura de la Isla significa la pérdida de nuestra más preciada identificación: nuestro dialecto. Si las miserias de la política han traído la hecatombe cultural a nuestra isla al preferir los políticos el silencio de los corderos ante los nuevos invasores aun a costa de perder nuestra personalidad, hay algunos ciudadanos que no estamos dispuestos a ser normalizados a la fuerza. Sabemos que es la reedición del clásico "David contra Goliat" pero tenemos que dejar constancia de nuestra protesta, de que queremos una Menorca normal, no normalizada. Yo, por ejemplo, no quiero ser "normalizado" bajo ningún concepto. Quiero utilizar mi libertad para hablar y escribir "en pla". ¿Qué hago para resistir en un ambiente colaboracionista? Pues eso, resistir.
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Notas:

-Parece ser que la UIMIR volverá a celebrarse en Mahón aunque con distinto formato. Deseo la mejor de las suertes al nuevo responsable de la misma, el amigo y catedrático Antoni Petrus. Quizás no habría que olvidarse del tinte declarado de esa Universidad: la "internacionalidad".

-El domingo leí una emocionante y emocionada carta de la señora Maite Torrent de Ciutadella a favor de nuestro "rallar en pla". Denunciar la defunción de nuestro dialecto me ha supuesto la animadversión de los colaboracionistas. Lo asumo con orgullo. Lo repetiré una vez más: la unidad de la lengua es la muerte de nuestro menorquín. Los colegios menorquines deberían de enseñar nuestro dialecto, no una forma lingüística foránea que asfixia nuestra tradición.