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El expresidente del Gobierno Felipe González ha abogado esta semana por un pacto de Estado entre los principales partidos, sindicatos y empresarios para acordar el proceso de reformas que necesita España sin deshacer el Estado de bienestar. Esta reflexión se une al sentimiento que se está extendiendo en el país que reclama a los dirigentes políticos una mayor altura de miras, porque ante la gravísima situación económica lo que procede es más consenso y menos partidismo. Esta unidad es también necesaria para mandar un mensaje claro al exterior. En la sesión parlamentaria de control al Ejecutivo del pasado miércoles, tanto Mariano Rajoy como Alfredo Pérez Rubalcaba reiteraron sus ofrecimientos de diálogo, pero la realidad es que finalmente imperó la bronca y la descalificación. Un día después, la aprobación de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, con la oposición de los socialistas, puso en evidencia la falta de habilidad o interés a la hora de acercar posturas en un momento que bien podría calificarse como de emergencia nacional. Y en eso fallan tanto PP como PSOE. Los ciudadanos empiezan a estar cansados de posiciones enrocadas y estrategias electorales en un país con más de cinco millones de parados y con una presión asfixiante por parte de la UE y los mercados.