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La Iglesia suele ser el objetivo de las críticas más fáciles cada vez que se pone en marcha la campaña de la declaración de la renta. Quienes buscan con ello simpatías ideológicas no suelen valorar la labor que llevan a cabo la propia Iglesia y múltiples organizaciones y colectivos en ámbitos como la educación, la sanidad, el servicio social y la atención a las personas con menos recursos, así como la conservación de un patrimonio histórico que está a disposición de los ciudadanos. En muchos casos, el compromiso que las personas y los colectivos desarrollan por su fe sustituye servicios que no alcanza a prestar la administración pública, que si tuviera que asumirlos representarían un coste enorme. Ahora, la Iglesia espera que se exprese el apoyo de los ciudadanos marcando la casilla de la declaración de la renta que permite la financiación de estas actividades. Ello es compatible, tal como recomiendan Caritas y Manos Unidas, con marcar también la casilla destinada a otros fines sociales. En definitiva, se trata de respetar la voluntad de las personas que quieren que una parte de lo que destinan al Estado de su renta sirva para unos determinados fines, que hoy siguen siendo, quizá más que nunca, prioritarios.