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Podemos situar los inicios del movimiento obrero actual en Menorca a mediados de los años sesenta. El aparato represivo del Estado estaba instalado en toda la sociedad isleña, en donde el miedo era el denominador común. Era difícil moverse sin el control y la vigilancia de los agentes de la Seguridad.

Un pequeño grupo de trabajadores del metal, calzado y de la construcción intentaban presentar sus reivindicaciones en el sindicato vertical y la única vía de divulgación eran las octavillas, que copiaban en la "vietnamita". Otros estaban organizados en la Juventud Obrera Católica (JOC), que en aquellos años tenía presencia pública. Sus miembros desarrollaban su compromiso como cristianos dentro de las empresas bajo el amparo de la Diócesis y del Concordato. Merece un digno y gran reconocimiento Josep Castell, un sacerdote que optó por los trabajadores.

Un pequeño colectivo seguimos con gran inquietud la mayor huelga de la historia del movimiento obrero en la Dictadura, la que llevaron a cabo los trabajadores de Laminados de banda, en Echevarri (Vizcaya)

Teníamos comunicación de todo lo que iba sucediendo y mostrábamos nuestra solidaridad recogiendo dinero para la caja de resistencia, que nuestra amiga Benita (religiosa vasca) se encargaba de hacerles llegar. Seguíamos ese proceso, que empezó el 30 de noviembre de 1966 y se mantuvo hasta el 15 de mayo de 1967, cuando fueron procesados 150 trabajadores, los cuales sufrieron torturas y registros salvajes. Otros 65 fueron deportados a diferentes pueblos del Estado. Centenares de familias sufrieron brutales represiones y humillaciones a manos de la Guardia Civil y de la Policía. Heroica lucha durante 163 días contra el capitalismo salvaje que se sustentaba del fascismo.

De esta gran huelga y de las movilizaciones obreras que se suscitaron entorno a ella, se publicó en la editorial Ruedo Ibérico el libro "Nuestra huelga", que sirvió de base para el coloquio del 1º de mayo de 1968. Una fiesta que muchos amigos y familias celebrábamos yendo de excursión. Un mes activo por la alegría que vivíamos con la Primavera de Praga y por los acontecimientos de París.

Organizar y desarrollar el movimiento obrero no era una tarea fácil, y más con las condiciones impuestas al vivir en un territorio pequeño y por el carácter familiar de muchas empresas. Se encontraron fórmulas para actuar en espacios legales, que era la manera de profundizar en las relaciones laborales dentro del sindicato vertical. Desde otro ángulo, vale la pena estudiar el gran papel en la concienciación socio-política que tuvieron los Cine Club, Juventudes Musicales, Ateneo, Club Minórica, Cristianos de base, centros juveniles, grupos parroquiales, Colònies d'estiu, Joc, Hoac, Obra Cultural... Un periodo histórico de unos quince años en que se realizaron grandes aportaciones a la cultura y a la concienciación política de los menorquines. Se puede afirmar que, en este sentido, constituyó el periodo más rico del siglo XX.

En los momentos de crisis que sufrimos siento preocupación por el desprestigio a que se ha sometido a las organizaciones sindicales y a la clase obrera. Cuando se critica a los liberados de los sindicatos y, en cambio, se calla la existencia de los miles de liberados de la patronal, algo muy grave está fallando. Debe preocuparnos, y no poco, que haya una cultura de signo fascista que copa los campos sociales y culturales. Es cierto que todas las organizaciones políticas (PSM incluido), sindicales y sociales necesitan hacer una reflexión y debate sobre el estado actual y sus alternativas para dejar de lado sus individualismos y sus problemas personales y para caminar por vías más abiertas y unitarias.

El PP hará grandes esfuerzos para mantenerse y, como dicen, no les temblará la mano a la hora de reprimir duramente a las capas sociales más necesitadas. No les importa que tengamos el 20% o el 30% de paro, ya que para ellos lo más importante es que los bancos tengan mayores beneficios y sus gestores cobren millones de euros anuales. Con todo, en pocos meses, estamos observando como cada vez hay más rechazo a Rajoy y su equipo. Es cierto que aumentará la represión, pero cada vez lo tenemos mejor para denunciarlo en pocos segundos a todo el mundo. Estamos aprendiendo de la importancia que tienen los medios y las redes.

Para mí este 1º de mayo será el de mi reconocimiento y agradecimiento a Josep Verdura, editor, quien me regaló en 1970 un libro secuestrado por el franquismo que editó, Ed. Estela, "1º de mayo", de Maurice Dommanget, así como a todas aquellas religiosas como Benita, Roser Beltrán, Carmen Lanzarote, Rosa Montero y Carmen Lloret, que supieron dar a conocer muchos problemas sociales que se sufrían en todo el Estado español y con quienes compartí solidaridad, nuestro más noble compromiso.