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Diles que les quieres, no esperes a mañana. Dales un beso o cógeles de la mano, pero diles que les quieres.

No te distraigas con lo banal, no pierdas ni un minuto en lo superfluo, no te escondas tras las prisas, simplemente diles que les quieres.

Conversa, escucha, planea futuros o recuerda pasados, pero diles que les quieres.

Que no te pare la vergüenza, que no te asuste la debilidad, que tu mirada no se pierda en el ruido, diles que les quieres.

Desde lo pequeño que es lo que cuenta, desde lo cotidiano que es lo importante, desde la cercanía que es vuestro mundo, diles que les quieres.

Olvida los números, deja que los objetos se cubran de polvo, deshazte de toda la cacharrería, tira bien lejos la mochila que no es tuya y diles que les quieres.

Olvida rencores, aparca los miedos, empuja la ira y oblígala a sentarse entre la poesía y el amor.

A los que puedes tocar, a los que puedes oler, a los que te dan la sonrisa, a tus padres, a tu pareja, a tus hijos, a tus hermanos, a tus amigos, a los cercanos, diles que les quieres.

No te olvides más de las flores.

Cansado de los estúpidos que nos gobiernan, de los torpes que nos gobernaron, cansado de su cinismo, de su hipocresía, de su arrogancia, de su prepotencia.

Cansado de ver como los poderosos se pavonean de sus actos, triste al ver como algunos explotados corean a sus tiranos, enfadado con el pensamiento único, sorprendido ante la falta de autocrítica.

Nuestro sincero desprecio a los ladrones de dignidad, a los impulsores de la humillación, a los defensores de la desigualdad, a los mentirosos interesados, y a toda su corte de bufones por migajas.

Nos necesitan pero les importamos un carajo. Les hacemos falta para limpiar su mierda, para sacar brillo a su lujo, para fabricar sus mercancías, para cuidar sus casas o para pasear a sus perros de diseño; pero nos desprecian como innecesarios, como un estorbo inevitable.

No nos quieren, no les deberíamos querer. Hasta que reunamos el valor necesario para la imprescindible desobediencia civil, iremos amando a los nuestros.

Diles a los tuyos que les quieres, y seguramente, tras el primer paso, reiremos desde la ironía, desde el sarcasmo y, por qué no, desde la esperanza.

Y mientras ustedes lo tengan a bien, queridos lectores, lo seguiremos haciendo juntos.