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Dice el mundo que España no da miedo. Que no intimida, ni asusta, ni se la teme. Y en un mundo tan puramente económico como el de hoy, eso se va traduciendo en expropiaciones y desplantes. Aunque a España, en realidad, le quitan muy poco y casi nada, entre otras cosas porque eso es lo que tiene, le quitan mucho, eso sí, a unos pocos españoles con macrocuentas en el extranjero. Españoles que, como se ve, saben repartir y luchar nacionalmente sus pérdidas mientras despilfarran o acumulan a modo particular toda ganancia. Nada nuevo. En el capitalismo la avaricia viene de serie y se agudiza en la punta de su estructura piramidal.

Las expropiaciones están, en cualquier caso, a la orden del día en Latinoamérica. De momento ya se han dado los dos primero pasos y existe la sensación de que habrá más en esa dirección. El primero fue en Argentina, hace bien poco, que de forma abrupta se apoderó del poder de YPF en su país y con ello de toda la inversión que llevaba haciendo durante estos años, no en Argentina, según se quejan, sino en YPF. Y parece ser que lo adquirió sin intención alguna de pagar nada a cambio y que actúan desde ese momento como si fuera suyo lo que les era ajeno, tal vez considerando que ya lo han pagado con creces. En economía la razón siempre la tiene el que puede. En todo caso, eso no le gustó nada al señor dueño de la empresa petrolífera, ni las formas ni sobre todo el fondo, no le gustó en absoluto, como no podría ser de otra manera, pues hablamos de cifras astronómicas, estamos hablando de sus cuentas. Y si hay algo que fastidie a un multimillonario todavía más que no ganar riqueza al día siguiente es, sin duda, ser menos multimillonario de un día para el otro. Como ha sucedido en Argentina. Aunque ahora, tras la políglota amonestación verbal, parece ser que el gobierno argentino está dispuesto a compensar las pérdidas de la petrolera, aunque no habla de cifras ni de compromisos.

Evo Morales, aunque embriagado por el espíritu demagógico de cada primero de Mayo haya decidido dar el siguiente paso y nacionalizar REE, sí habla, en cambio, de compromiso y casi de cifras y ha asegurado que pagará un justiprecio por la adquisición de la Red Eléctrica Española por parte del gobierno de Bolivia. Claro que aquí el compromiso y la cifra son ridículos al compararlos en volumen con el caso argentino.

Curiosamente –pero no de forma sorprendente- el mismo día en que Evo Morales anunció esta nueva expropiación, el representante de Repsol, que tanto lamentaba el ataque a España desde Argentina, estaba junto al presidente que ahora "atacaba" a España a escasos metros, y no daba la sensación de sentirse agredido, ni de que fuera con él la historia, ni de que le importara lo más mínimo. No, él estaba concentrado en lo suyo, en su negocio y en la mega-inversión que iba a llevar a cabo y en el beneficio a corto plazo que tanto le abría los ojos. Y no habló por supuesto, de la nacionalización de REE. Y es normal, porque Repsol no representa a España, ni la defiende, ni iza su bandera, ni habla su lengua. Repsol, como toda empresa, representa, defiende, iza y habla un solo idioma que es del dinero.