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No es el caso obviamente de los dos mayoritarios. PP y PSOE no tienen problema alguno para proyectar a diario en los medios la actividad que despliegan en las diversas instituciones públicas. El problema en realidad es para los partidos minoritarios y en especial para cuantos no lograron situarse en la vida institucional debido a los pésimos resultados cosechados en las citas electorales del 22 de mayo y 20 de noviembre del año pasado. Los partidos que no consiguieron representación en el Congreso de los Diputados, en el Senado, en los parlamentos autonómicos, en los consells insulares o en los ayuntamientos, se vieron condenados de hecho a una funesta invisibilidad ante la opinión pública.

Mientras las dos fuerzas políticas mayoritarias se hallan sólidamente asentadas en su democracia piramidal, y en virtud de la cual celebran sus congresos de arriba hacia abajo y no al revés, que sería lo lógico en todo sistema democrático horizontal, casi todas las formaciones minoritarias se han visto obligadas a adentrarse, con nulo entusiasmo, en el siempre extenuante desierto político. Una presencia mínima o la exclusión directa de las instituciones legislativas o de gobierno determina su condición de invisibles. Desaparecen en la práctica del mapa político cotidiano.

Y cuando tal ocurre, la reacción más habitual no es otra que echar las culpas al bipartidismo reinante. El bipartidismo distorsiona el funcionamiento de la democracia. Es frecuente que esta afirmación se cuele antes y después de las campañas electorales. Y sin embargo, no debe esquivarse la pregunta: más allá de las quejas, ¿qué acciones han emprendido los partidos minoritarios para combatir el bipartidismo? ¿Cuáles han sido los resultados de esas acciones? Hasta la fecha han hecho más bien poco para intentar erradicarlo. Sobran por tanto los lamentos.

La lucha contra el bipartidismo es una ardua tarea que exige de entrada una acción perseverante. Al quedarse fuera de las instituciones, los partidos excluidos tienen que redoblar sus esfuerzos para mantener su visibilidad ante la cuidadanía. Cuando las urnas certifican que está vetado el acceso a la vida institucional, es justo entonces que los partidos minoritarios tienen que intensificar su labor para mantener una presencia activa -y no puramente testimonial- en la sociedad civil, para no desengancharse de las preocupaciones y los problemas más acuciantes de las diferentes comunidades, porque ya se sabe que si se interrumpe la implicación política y cívica las formaciones afectadas no tardan en verse arrinconadas y olvidadas.

Duramente noqueados por las últimas urnas locales y autonómicas, y cuando en unas semanas se cumplirá el primer aniversario del 22-M, la casi totalidad de los partidos minoritarios continúa sin levantar cabeza. En Menorca, como bien recordarán los lectores, el batacazo electoral fue muy duro: el PSM logró una mínima representación en el Parlament balear y en el Consell insular y unos pocos ediles municipales. La presencia de Esquerra Unida en los ayuntamientos también es muy reducida. Otro tanto cabe decir del papel de Unió Menorquina. Y es innecesario referirse a la invisibilidad de UPyD, cuyo líder balear por cierto ha reiterado en fechas recientes que es partidario de la supresión de los consells insulares. ¿Para qué seguir? Levantar cabeza. No es un ejercicio que pueda asumirse fácilmente. Constatada una exigua presencia en las instituciones, y para no sucumbir asfixiados en el extenso desierto, a los partidos minoritarios les interesa, debería interesarles, incrementar sus relaciones entre el amplio colectivo de entidades ciudadanas existente en Menorca (asociaciones de vecinos, sociedades culturales y recreativas, movimientos ecologistas, agrupaciones de comerciantes, hoteleros, sindicatos, organizaciones agrarias, cooperativas, escritores y artistas, clubes de la tercera edad, grupos juveniles y estudiantiles, clubes deportivos, etcétera). Se trata de perseverar con tenacidad para mantener unas mínimas conexiones sociales.

A propósito de conexión social, merece destacarse el trabajo que lleva a cabo un partido de ámbito local, se esté o no de acuerdo con los principios que inspiran su ideología: alentado por el buen resultado electoral obtenido el 22-M, Unió des Poble de Ciutadella de Menorca (UPCM) cuida de modo ejemplar su comunicación con su militancia y el conjunto del electorado, una tarea en la que la transparencia es una premisa esencial para avalar la credibilidad de su gestión política.

A todas las fuerzas minoritarias les importa ganarse día a día una visibilidad pública que les será de suma utilidad para su crecimiento. Valga precisar sin embargo que esa visibilidad pública no se logrará mayormente mediante una simple proyección de la actividad política en los medios de comunicación. Sería erróneo creer que con procurarse una mayor presencia en los medios se resolverá el problema. La visibilidad más productiva requiere mucho trabajo previo en todos los ámbitos de la sociedad. De ahí que el despliegue de unas sólidas conexiones sociales deba configurarse como una labor indispensable para alcanzar la visibilidad pública y para poder alimentarla con garantías de continuidad.