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Hace pocos días se ha vendido en Sotheby's "El Grito" de Munch por una millonada; la mayor millonada de la Historia en cuanto a cuadros. Significativo en época de crisis. Como siempre en estos casos, "millonario anónimo compra cuadro por una fortuna", mientras el número de la gente, que pasa o se muere de hambre, crece exponencialmente.

"El Grito", que debía estar en un museo, ahora pasará al sótano enmoquetado de un personaje desconocido, salvo para los íntimos, que tomándose un Dom Perignon del 57 lo contemplarán a placer, sustrayéndonoslo a la mayoría, y comentando: "¿Ah, pero hay pobres?" Dom Perignon del 57, buena cosecha esa, al menos eso decía James Bond.

"El Grito", una variación del lado dionisíaco de la existencia: el amor y el odio; el deseo y la angustia; las pasiones y las emociones. Un arquetipo, en síntesis, de la humana condición, que perteneciendo a nuestro patrimonio mundial (iba a decir global pero me contengo), ha sido detraído a la contemplación de todos por un individuo (lo de "individuo" lo digo para molestar) en nombre de eso que tanto gusta a la derecha: el sacrosanto derecho de propiedad.

Y "El Grito" nos pertenece a todos. ¿Quién no ha sentido alguna vez, quién a lo largo de su vida no ha sentido, digo, la tremenda angustia reflejada en el rostro del personaje del cuadro, mientras todo parece desmoronarse a tu alrededor y un sol rojo-sangre ocupa la totalidad del cielo, como si de repente el astro rey se hubiera hinchado como una gigante roja y transformado la Tierra, nuestro hogar, en un mar de lava ardiente. Algo así contaba Munch, explicando las claves de su obra:

"Paseaba por un sendero con dos amigos -el sol se puso- de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza..."

Muchos sienten eso ahora que la vida aprieta como nunca. Miento, no es la vida la que aprieta son, mal rayo les parta, los de siempre (por llamarlos algo suave, respetando normas de urbanidad).
Y además nos secuestran "El Grito". Ni gritar puede uno ya.