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El Gobierno español acaba de intervenir Bankia. Esta decisión no gusta a una importante mayoría de la ciudadanía que no entiende que se recorten (por mucho que el presidente, Sr Rajoy, se empeñe en llamarlo "reformas") miles de millones de Sanidad y Educación, y fluyan -cual río al mar- hacia la banca.

Sin embargo, intervenir Bankia significa rescatar injustamente a miles de accionistas que asumieron decisiones de riesgo al comprar participaciones del banco con la única expectativa de maximizar sus beneficios privados. Se trata de un ejercicio de insano paternalismo político.

Mientras tanto miles de pequeños y medianos empresarios que también adoptaron decisiones económicas de riesgo alumbradas por el mismo ánimo de lucro, ven cómo a ellos no se les rescata de los efectos no deseados correspondientes a los riesgos que, en su día, voluntariamente asumieron. Éstos han sido víctimas del monstruo del libre mercado, al que, de vez en cuando, hay que realizarle algunas dolorosas ofrendas.

Pero cualquier ciudadano está constatando que cuando le llega el turno del sacrificio a la banca, ésta se libra de su obligación y acaba pagando su cuota con dinero de terceros, gracias a la intervención del Gobierno. ¿No sabe el Gobierno que con su intervención está alentando el llamado "riesgo inducido", es decir, la creencia de que si uno toma una decisión equivocada no sufrirá los efectos negativos de sus propios actos, con lo cual la probabilidad de tomar decisiones equivocadas se dispara, y el perjuicio a terceros, también.

Llama la atención, además, que sea un gobierno neoliberal el que protagonice este tipo de injerencias en el mercado con mensajes como el que transmite con su intervención sobre Bankia: "Invierta usted en banca privada, con la garantía del Estado". ¿Brinda acaso la misma protección el Estado a los inversores de cualquier otro sector económico (energía, logística, investigación, etc)? Ciertamente, no lo hace, con lo cual favorece la canalización de la inversión hacia la banca en detrimento de la financiación de otras industrias.

Este "tic" de nuestro Gobierno a favor de Bankia no diré que traiga su causa del color político de sus gestores, exministros y ex altos cargos políticos del PP, pero esta circunstancia, genera suspicacias, cuanto menos.

Dicen, quienes entienden, que las dudas sobre la credibilidad de nuestro sistema financiero tenían mucho que ver con la situación de Bankia, es decir, con la opacidad que envolvía sus balances. Tanto es así que finalmente han presentado cuentas sin la firma de los auditores de Deloitte.

Como consecuencia de sus propias decisiones de riesgo, Bankia, es la que mayor exposición al ladrillo acumula, es decir, la más intoxicada. Bankia decidió invertir contundentemente en ladrillos porque la expectativa de retorno sobre inversión era tremenda para sus accionistas privados. Como también lo era el riesgo que pudieron y debieron haber previsto.

Tan pronto como Bankia cumpla con la obligación de provisionamiento de este tipo de activos inmobiliarios, aflorarán las pérdidas en sus balances. Pero para entonces ya estaremos los ciudadanos, como flamantes accionistas, para enjugarlas.

Bankia, hoy ya ha fundido el capital que se le entregó del FROB hace solo dos años, es decir, su valor en bolsa es inferior al de la propia entrega de aquel capital. En consecuencia, no podrá devolvernos a los españoles el préstamo que le hemos hecho al 10%. Tasa a la que acudía nuestro ministro, De Guindos, para recalcar que se trataba de un préstamo muy rentable en términos de interés. No decía sin embargo el ministro que la probabilidad de recuperar el capital prestado es prácticamente cero con lo cual la rentabilidad (el 10% de cero, es cero) será nula. Pero eso sí, el Estado español se convertirá en accionista del cuarto grupo bancario del país. ¿Alguien puede imaginarse a sí mismo comprando participaciones de empresas insolventes?. El ministro, sí puede.

Pero no solo puede eso, nuestro ministro, sino que además puede espetarnos que no nos va a costar dinero público, por tratarse de un préstamo. Aunque muchos pensamos que si compramos algo cuyo valor de mercado está bajando cada día (sin expectativa de cambio de tendencia), al cabo de un tiempo lo que hemos hecho ha sido comprar "un mojón", como dicen los andaluces. Pues nuestra compra no vale nada; cero. Habremos perdido nuestro dinero, diga lo que diga el ministro. En consecuencia, sí nos va a costar dinero a los españoles, a menos que alguien quiera comprarnos el "mojón".

P.D. Decía, al principio que la intervención de Bankia no constituía solo un injusto rescate del accionista. También tiene relevancia para los depositantes que abordaré en otra ocasión.