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Aveces se nos olvida la suerte que tenemos de vivir en un sistema democrático, con sus más y sus menos, pero democrático al fin y al cabo. El otro día, visitando el galeón "La Pepa", reflexioné acerca de aquellas personas que han nacido y residen en países en los que no tienen libertad de expresión, en las mujeres que no pueden acceder a la educación y cuyos derechos se han visto anulados, en los lugares donde las religiones toman el poder de manera dictatorial, o en aquellos territorios donde sus gobernantes duermen en lechos dorados mientras sus gentes no tienen nada que comer. Es una cuestión de suerte, del lugar donde nos toque nacer a cada uno de nosotros. Probablemente haya muchas personas que no sepan que en 1812 España fue, junto a EEUU, el país más liberal del mundo. Se abolió la Inquisición, las sombras que amenazaban a los ciudadanos y los sometía al régimen del miedo y la culpa, para por fin pasar a la soberanía nacional, a la limitación de los poderes de la monarquía, o la abolición de los señoríos. Sin embargo y aunque fue algo grande y necesario, la Constitución de 1812 no contemplaba ningún derecho de la mujer. Como todos deberíamos saber, la interesante historia de España contiene numerosos episodios en los que se instauró el liberalismo, en los que se avanzó en múltiples materias gracias a las repúblicas. Por desgracia, ese avance se vio frenado por todos los acontecimientos que sucedieron posteriormente. Todavía se advierten los últimos coletazos de tiempos pasados y eso puede dejar a un país totalmente estancado.