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La convocatoria de una huelga en la hostelería de Balears para el 20 de julio, en plena temporada alta, es una pésima noticia que puede tener serias consecuencias para el turismo, motor de la economía de las Islas. La ruptura de las negociaciones entre la patronal y los sindicatos para firmar el convenio del sector, y el posterior anuncio de un paro de 24 horas, ha desencadenado una profunda preocupación social por la repercusión económica que puede tener en un momento de profunda crisis y por el daño que puede causar a la imagen del archipiélago como destino turístico. Cabe apuntar que no se discute el derecho a la huelga. Lo que se pide es que antes de llegar a las movilizaciones se ha de hacer todo lo posible por llegar a un acuerdo que evite un mal que al final perjudicará a toda la sociedad. Por ello, tanto patronal como sindicatos han de hacer un ejercicio de responsabilidad para recuperar el diálogo e intentar aproximar posturas. Como señalaba ayer la consellera insular de Turismo, Salomé Cabrera, no es el mejor momento para que estalle un conflicto dada la delicada situación que vive el país. Todavía hay tiempo para reconducir la situación si ambas partes no se enrocan en sus posturas. De lo contrario, perderemos todos.