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Que Menorca fue afortunada perteneciendo a la corona inglesa, es una verdad "com unes cases". Invitamos a quien lo dude se sumerja en la historia de la isla dándose cuenta de ello.

Menorca, pobre, muy pobre, a penas disponía de dinero. Gracias a la llegada de los ingleses en el siglo XVII, cargados de "dobles", de ideas, con ganas de prosperidad, con su espíritu comercial acostumbrados a tratar con sus colonias de ultramar, se dieron cuenta del espíritu apagado y poco dado a los negocios. Fueron ellos, los ingleses los que dieron pie a que se armaran multitud de corsarios, en busca de fortuna, perdiendo el miedo al riesgo, dándose cuenta "que estàvem adormits".

El historiador Pedro Riudavets Tudurí, detalla la nueva asociación de 1780, para el armamento de nuevos corsarios, plantando una almadraba, creando la marina mercante, explotando el comercio de granos del que hablaba en semanas pasadas. En ellos creyeron los comerciantes, los artesanos, los que habían heredado y disponían de su dinero en las clásicas " ancollas" reemplazando la manteca y otros productos de la matanza. Apostaron por todas estas cosas e incluso lo hicieron en una mina de plomo que mas tarde se dieron cuenta " no valia la pena".

Pero hubo un – pero- con tanto comercio, el movimiento de buques, se precisaba un varadero, para limpias, del cual se encargó don Jerónimo Tudury, maestro de ribera de conocida fama como constructor de naves, si bien sus inicios debieron ser con las clásicas falúas y bots. Que si bien para muchos viene a ser lo mismo, no lo son.

Según he podido saber en 1854 el constructor se hacia cargo de la Sociedad Mahonesa de Vapores.

Y repito, los ingleses enseñaban a mercadear, a invertir y nuestra ciudad se fue volcando en las buenas maneras, en celebrarse reuniones familiares y de amigos, el vestir adecuadamente, nos encontramos con importantes sastres y modistas llegadas de Barcelona, instalándose en pensiones "no hi havia hotels" siendo visitados por el señorío, adquiriendo nuevo vestuario, otros llegaban cargados de loza, tejidos, alhajas pasando por los domicilios para efectuar sus ventas.

No puedo ni debo continuar hablando de grandezas, la buena fe de aquellas gentes poco dadas a las estafas, más bien creían con cuantos les proponían negocios "per fer doblers". También se vieron estafados por ciertos individuos que vivían apoltronados en la capital española. Gentes muy rimbombantes bajo el suntuoso nombre de banqueros del reino, "açò vestia molt".

La prensa de la época nos cita a sociedades de crédito como, El tesoro, La Beneficiosa, y El Banco de Economía como los más destacados, y a la vez que más perjudicaron.

Tan solo se salvaron llamémosles los pequeños comerciantes que no podían aspirar a entrar en los citados bancos, pero sí en la Caja de Ahorros, destinada para recoger las pequeñas economías que venía a ser los que cincuenta años más tarde el pueblo los llamaría, nuevos ricos.

Fue a finales del siglo XIX, cuando se levantó el varadero cubierto que todos conocimos en la Estación Naval, y que lamentablemente en el siglo XX no alcanzó, antes bien todo lo contrario, lo que fue en su inicio:

El varadero que nuestros mayores llamaban de los torpedos, con sus almacenes de tanques y el conjunto de materiales pertenecientes a los mismos junto a los polvorines y otras dependencias se construyeron en 1880, para contener los dos torpederos del botalón Castor y Pollusc.

En 1820, nuestro puerto contaba con las siguientes embarcaciones, dedicadas al comercio marítimo, lo que da una idea del movimiento obrero en el oficio de maestros de ribera, herreros, calafates, cordeleros, la mayoría de ellos habían sido construidos en el puerto de Mahón.

Me falta por contabilizar los buques con los que se incrementó la flota mercante por aquellas fechas. (Estoy en ello).Eran las tarifas de ancoraje para los buques extranjeros los siguientes:
En el caso de no descargar ni cargar, o no tomar plática, solamente pagaban la mitad del ancoraje.

Esta entrada digamos de capital para nuestra población se debía al buen hacer del gobernador Kane, de acuerdo con el municipio de mahón, hizo aumentar el derecho de ancoraje a los buques extranjeros que arribaban al puerto con la idea de reunir capital suficiente para levantar un lazareto sobre la isla de la Cuarentena y mejorar la casa de la Sanidad como se le conocía a la Consigna. Según Riudavets este fue aprobado en 1753 por el Gobierno de la Gran Bretaña, con orden expresa de que la Universidad de mahón percibiera aquellos derechos, y los administrara para realizar las obras indicadas.
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margarita.caules@gmail.com