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La percepción que cada uno tenemos de nosotros mismos no siempre coincide con la que tienen los demás. El pasado día 10 de Junio y mediante uno de sus habituales escritos dominicales el Sr. Josep Maria Quintana i Petrus puntualizó y criticó unas declaraciones del escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa sobre nacionalismo. En el mismo escrito Quintana i Petrus también aprovechaba para arremeter contra UPyD y nos sorprendía a todos al declarar: "jo mai no m' he considerat nacionalista". Me cedo la oportunidad de puntualizar aquellas puntualizaciones del Sr. Quintana i Petrus.

Cuando militaba en UPyD coincidí varias veces con Vargas Llosa (Presidente de Honor de la Fundación Progreso y Democracia) en varios actos del partido incluido el de la fundación del mismo. Vargas Llosa siempre ha tenido el mismo discurso contrario a los nacionalismos (cualquiera que fuese su procedencia) por insolidarios, egocéntricos y desfasados históricamente. UPyD ha repetido hasta la saciedad que no era un partido nacionalista español. Quien no lo sepa a estas alturas demuestra adolecer de información. El partido no defiende un "nacionalismo de Estado" como asegura errónea, y quizás interesadamente, el Sr. Quintana i Petrus. UPyD defiende la igualdad de todos los españoles, la misma fiscalidad para todos los españoles, la misma representación electoral para todos, la igualdad de todas sus regiones, la misma libertad para todos.
Precisamente UPyD cree que el nacionalismo es la frustración de la libertad. UPyD defiende un estado federal donde todas las partes tengan los mismos derechos y deberes. Defiende un Estado europeísta. Leer a Sosa Wagner, su diputado en Europa, puede ilustrar sobre el internacionalismo del partido.

En sus actos la bandera española está presente como lo está en todos los países del mundo la propia de cada país. No es motivo de escándalo. En palabras de Fernando Savater "Donde ondea hoy la bandera española se garantizan las libertades constitucionales". Otras banderas, contraria y lamentablemente, no garantizan la libertad de todos.

Francesc de Carreras escribía en "La Vanguardia" hace pocas semanas que uno puede ser catalanista y no ser forzosamente nacionalista. Entendía por catalanismo el cariño y la defensa que un catalán pueda hacer de las características de su tierra. Pero, añadía, eso no significa pretender ser egoísta, insolidario y sentirse diferente, incluso mejor que otros. "Catalanismo es amar a Catalunya, nacionalismo es odiar a España". El nacionalismo recalca la diferencia y aborrece / odia a los que no son de su raza, lengua, etnia, condición socioeconómica, etc. Siempre busca, necesita, enemigos para mantenerse. Felipe González (El País, 30 de Abril): "El nacionalismo ha sido el virus que ha destruido Europa durante la primera mitad del siglo XX". Uno de sus peores formas es el nacionalismo cultural por anular tradiciones de otros a los que se desea colonizar. Una forma de peligroso fanatismo.

Así, no deja de sorprender que quien ha respaldado en todo momento las acciones de los nacionalistas baleares / menorquines, quien ha defendido la imposición en exclusiva de una lengua particular en un territorio bilingüe y quien, incluso, les ha financiado públicamente aportándoles un premio en metálico a su favor, se declare ahora como no nacionalista. Asombra más cuando en su mencionado escrito del domingo día 10 define a los que no comparten la ideología nacionalista con "aquells que mai no s'adonen que sovint violen drets de minories territorials que parlen, senten, viuen o volen ser governades amb una estructura política diferent, i reclamen que se'ls reconegui el seu dret a la diferència". Toda una exposición clarificadora que lista y adopta los argumentos nacionalistas. El derecho a la diferencia es la gran excusa de los totalitarismos.

Un catalanista no nacionalista no ataca a quienes defienden topónimos históricos que se apartan del dogma nacionalista, un catalanista no nacionalista no financia obras culturales nacionalistas, un catalanista no nacionalista no apoya todo lo que significa segregación cultural. Un catalanista no nacionalista ayuda a la integración y convivencia de dos realidades que conviven perfectamente. Un catalanista no nacionalista no ayuda a dividirlas y a enfrentarlas. En suma, un catalanista (y en nuestro caso un menorquinista) nunca puede apoyar un entramado ideológico que promueva el conflicto de la lengua.
Caso contrario ese catalanista se convierte en nacionalista.