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Mi buena amiga Elvira de la galería Encant, expone la obra del artista británico Piers Jackson, que lleva como título genérico "Essence".
La verdad es que no está uno, hoy en día, para muchas florituras y hay que permanecer muy atento a la realidad cotidiana, porque "éstos" vienen, sin rogar a Dios, con el mazo dando. Lo que pasa es que después de oír al señor Rajoy cosas como aquello de que "sé lo que tengo que hacer y lo voy a hacer; esto es importante y es bueno para los españoles", me pierdo. Es como aquel que le dijo al filósofo Heráclito, al que llamaban "el Oscuro": "¡Uf maestro! te seguimos por lo bien que te explicas".

Claro, después de vistas así las cosas; después de que los políticos en general nos llenen la cabeza de preocupaciones mezquinas, prefiero irme a dialogar con los dioses, sin perder de vista, por otra parte, que, a partir de hoy, ese protector gástrico de uso cotidiano que nos arregla el estómago habrá que pagarlo íntegro.
Pero claro: de la misma manera que perdimos el paraíso, es lógico que queramos regresar a él (yo lo llamo la Nostalgia del Origen) y precisamente a ese mundo superior, donde la Matemática se hace Mística, nos transporta el artista, entendiendo por tal, no el artista en sí, sino el artista en mí; lo que su obra sugiere a mi subjetiva manera de verlo.

Recorriendo los distintos paneles, uno siente que la poética de Piers trasciende al caos diario. Uno cree vislumbrar en ella el vértigo de la cábala, el sincretismo, el Tres de la Trinidad, el Cuatro de Einstein y la música y armonía de las esferas, que es el orden y la belleza del movimiento planetario.
De repente, comienzas a dialogar con Pitágoras, a repensarlo, a intentar superar sus aparentes -solo aparentes- paradojas. Ahí están los cuatro sólidos que representan los cuatro elementos: el Aire, el Agua la Tierra y el Fuego. Pero eso no es todo, la obra de Piers, penetrando aún más en la mística pitagórica, nos muestra la quinta esencia: el dodecaedro y nos remite a la totalidad; a la esfera, a la perfección, al Cosmos. En definitiva al Uno.

Luego traspasas el Umbral que Piers te invita a cruzar y se te abre un nuevo caos de sensaciones. Allí, al Otro Lado, está, además de Pitágoras, Hermes Trimegisto, el Kybalion, los sufíes y con ellos los derviches, la aritmética luminosa y numinosa. Piers ha decidido meditar sobre la realidad, pero sin detenerse en los pliegues del paisaje, quedándose con lo esencial.

Al final del recorrido te encaras con la última creación del artista y sus espacios imposibles. ¡Adiós Pitágoras, adiós Euclides! Einstein nos muestra el vértigo de la ecuación espacio-tiempo, lo trino se ha vuelto cuádruple y entramos en las regiones del hipercubo, con sus abismos insondables y sus agujeros de gusano.

Y de repente el cuervo…

Claro. En estos tiempos, ¿cómo evitar lo dionisíaco?, ¿cómo salir de este vórtice que últimamente coloca siempre un cuervo en nuestra vida? No es el primero que veo en Encant ni será el último. Los míos, al menos, quedaron atrás en un bosque de León entre la niebla, donde los había a centenares. Creo escuchar todavía sus graznidos en la lejanía, verdaderos heraldos de la muerte.

Piers Jackson ha dialogado con los dioses, ha subido hacia la luz como lo hacen las rosas, que nunca hunden los pétalos en el estiércol que les sirve de abono, pero no ha podido evitar el escalofrío de estos tiempos de tiniebla y tribulación.

La obra de este artista, venido de las brumas de Albión, me ha inspirado unos versos:

Allá a lo lejos Venus en su ocaso.
Aquí, Tierra, Agua, Aire, Fuego, Sobre todo Fuego.
Y Mozart otra vez.

Salud.

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