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El puerto de Maó debe volver a ser el motor económico y de dinamismo social que históricamente ha impulsado a la ciudad. En los últimos años se ha producido una decadencia, que se ha agravado con la entrada en funcionamiento del dique de Son Blanc, ya que desde las diferentes administraciones no se ha sabido reorientar su enorme potencial. No es una cuestión de entrar en competencia con la rada de Ciutadella, sino de aprovechar las oportunidades que complementen la actividad marítima insular. En este sentido, es necesario desbloquear cuanto antes los proyectos que están atrapados en las redes burocráticas. En nuestra edición de hoy publicamos que Autoridad Portuaria tiene inversiones pendientes por valor de 34 millones de euros, que se han de destinar al dragado de la zona próxima a la Colàrsega, la construcción de la estación marítima, el vial de acceso al Cós Nou o la ampliación del muelle de pasajeros. Pero también se ha de avanzar en la reconversión de Cala Figuera, ganar en competitividad en el precio de los amarres, potenciar el turismo de cruceros, rentabilizar el impresionante patrimonio cultural y ayudar a la iniciativa privada. Más allá de acciones puntuales, se necesita un plan global que cambie el rumbo que ha tomado una de las joyas del Mediterráneo.