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¿Quién tiene la escoba? Los de siempre, los que mandan y deciden. Es como lo de la sartén, ¿quién la tiene?. Los de siempre, los que mandan y deciden, y ¿por dónde? Por el mango, que para eso se ha inventado. La práctica es de una lógica aplastante y al mismo tiempo injusta, pero así es como se ha montado desde siempre nuestra sociedad, desde los primeros escalones de la administración hasta los más elevados estamentos. Con la escoba pasa lo mismo, se barre normalmente más para casa que en casa de los demás, y es que la suciedad propia la solemos soportar mucho mejor que la ajena. El que haya en el mundo sesenta y dos millones de personas que requieren ayuda humanitaria, hoy más que nunca, es posible que comprendamos mucho mejor lo que eso significa aunque la diferencia de las necesidades entre nuestro mundo y ese otro sea abismal. Tal vez estemos ahora palpando más de cerca lo que significa carecer de lo más básico, porque también padecemos en nuestras carnes y espíritu todo aquello que antes nos sobraba. La duda que tengo y que es la duda que siempre ha permanecido cuando nos llegan cifras tan astronómicas, es si hay suficientes escobas, hacia dónde barren y si las manos que las accionan se mueven solo por impulsos rutinarios o accionadas por la firme voluntad de querer mejorar esa situación. Porque la esperanza no siempre acompaña al optimismo por ver resultados inmediatos, la demora, la insolidaridad y sobre todo la lentitud de la burocracia, la de esos que tiene las sartenes y las escobas por el mango, son las barreras más difíciles de echar abajo y las que, de una forma u otra, siguen manteniendo esas inexplicables diferencias en nuestro planeta.