Puerto de Mahón. Cala Figuera. La desmantelada antigua fábrica de tejidos. Varios veleros en espera de ser desguazados. Ediciones J. Pons Moll (archivo Margarita Caules)

TW
0

Los meses de julio y agosto, son ideales para recibir visitas. Para celebrar cenas a la fresca en Bini Repòs. Siempre los mismos, amigos y conocidos que nos vamos juntando a lo largo del año "que es lo guapo". Sin diferencias, ni dimes ni diretes, arrinconando política, religión, deshumanidad, grupos ecologistas, y por supuesto está prohibido el tema aparcamiento y cómo salir de la isla a un precio justo.

Lo nuestro es el encuentro. Momento oportuno para hojear los diferentes álbumes, ventilar algún libro de la estantería, no en vano huelen a "bolla d'arna" eficaz remedio contra los insectos devoradores de papel, a los que llamamos " peixets". Bichos de color plateado, con un sinfín de patas que estoy convencida jamás volveré a ver familias tan arraigadas, como los que contemplé el verano de 1982, al ofrecerme a limpiar altruistamente y poner algo de orden en el porche del Ateneo Mahonés.

Este pasado sábado junto a un grupo de amigos llegados de la península, enamorados de esta isla y de manera especial de nuestra rada, amarramos de manera simbólica el llaüt de antiguos avatares, en una de las anillas del muelle de la Estación Naval. Hace poco finalicé la lectura del periodo histórico que abraza el mando de Sir William Blakeney (1748-1756), uno de sus biógrafos escribió: Patricio honrado y conciliador que pasó por el amargo trance de firmar la capitulación de la isla, entregándola a las fuerzas de mar y tierra combinadas que la Francia envió a las órdenes respectivas del Almirante Galissonniere y el general Duque de Richelieu. Durante su gobierno próspero, porque continuaba aún el raudal de riquezas que los armamentos en corso y el movimiento mercantil traían al puerto de Mahón, las líneas de almacenes que a una y otra orilla del puerto se levantaban (los de poniente pertenecían todos a la marina militar). En el levante, eran muy pocos, ya comenté, de los espacios de huertos. Y los que se encontraban, pertenecían a pescadores, los mismos que recibieron la lección magistral, de cómo trabajar en el tema, del marisqueo, siendo los propios ingleses, quienes les enseñaron el arte, con anterioridad se desconocía. También vivían en las cuevas del peñal, los más pobres, vagabundos que por lo que se lee "n'hi havia un mal que fer".

En otros libros… se deduce que en el tramo de puerto, camino a poniente, se valían para esconder las mercancías que los famosos corsarios importaban, mientras otros guardaban las grandes existencias de víveres y efectos navales que continuamente almacenaban para que el arsenal pudiese repostar su poderosa escuadra del Mediterráneo.

Es fácil imaginar, que en aquellos momentos creció el número de astilleros particulares, a la vez que ocurría lo propio en las gradas en el astillero del Estado, donde sobraban elementos para emprender las más complicadas construcciones navales, de la dorada época a la que me refiero. Recordándonos que en la Maestranza del Arsenal, se completaba el aprendizaje adquirido en los astilleros particulares con las lecciones recibidas a la vez que muy bien aprendidas de aquellos maestros ingleses que poseían conocimientos más completos, dando un resultado inmejorable. Es lógico, de lo contrario de donde iban a aprender el oficio novedoso, nuestros paisanos, fue gracias a Inglaterra que conocieron los avances de un oficio que desgraciadamente en el siglo XXI, va a la baja.

Fueron tiempos de impulso en nuestro Arsenal, llegando a su apogeo, se llevaron todas las obras necesarias para que en su recinto se encontraran los buques de la escuadra, no tan solo para reponerles los elementos propios de guerra, y a su vez importantes reparaciones después de un combate o de aguantar estoicamente fuertes temporales, entrando a duras penas en nuestro puerto.

Y la charla, en la templada noche se fue adentrando en derroteros, hasta que uno de los contertulios opinó que al expirar en Menorca la primera dominación inglesa, tan solo hacía falta al arsenal de Mahón el ensanche que se estaba proyectando anexionado hacia la isla Pinto, llevándose a cabo durante la segunda dominación británica.

Añadir, que lamentablemente al abandonar las tropas inglesas el arsenal, por el que tanto habían apostado y convertido en ejemplo, los ocupantes del mismo se fueron a refugiar en la fortaleza de San Felipe. Los franceses al mando del Gobernador francés Conde de Lannion, continuador del general Blakeney.

El arsenal y astillero en el corto intervalo de (1756-1763) en que la isla perteneció a la corona francesa, al igual que el resto de industrias menorquinas, se fueron al garete, los historiadores de la época lo determinan como decaimiento para todo lo que reportara utilidad y de avance sin límites, ellos sobrevaloraban lo frívolo e insustancial.

Y se hizo un punto y aparte, alguien deseaba recordar la Cala Figuera, la misma que en el siglo XVIII se la llamaba, la Cala de los Ingleses ( English Cove) talvez el bautizo fue por surtirse de agua en el manantial del lugar, del cual los mayores siempre explicaron del manantial, tanto que los británicos abastecían a su escuadra.

Precisamente fue un inglés el primer director de la fábrica La Industrial Mahonesa. Archibald Renny y no un menorquín como leí semanas pasadas en la prensa. Sería a principios del siglo pasado cuando fue adquirida por La Fabril Mahonesa y que tan solo duró hasta 1911.

La conversación iniciada con los almacenes del Andén de Poniente, Arsenal, viraron hacia la cala Figuera, finalizando con el periodo de mi siempre admirado don Vicente Marí, ocupando la vieja fábrica, para el desguace de los barcos que iba adquiriendo y del que tantas veces he hablado.

Cada vez que paso por el lugar, intento evocar con emoción contenida del sufrimiento de paisanos de ambos sexos, que allí trabajaron y otros tantos niños -principalmente los bebés-, encontraron la muerte, sus madres pasaban la jornada desde las seis de la mañana bajándolos a su puesto de trabajo, donde los amamantaban y depositaban en cajones junto a ellas mientras trabajaban en los telares. El ambiente, el polvo del algodón perjudicaban sus diminutos pulmones provocándoles la muerte.

Antes de despedirme, felicitar a mi siempre admirada amiga y maestra Juanita Orfila Marqués, en su día de aniversario y a su esposo Antonio Martínez, para que Dios les guíe por el camino de la vida, con salud y amor.

Al presidente del Consell Insular en Menorca Santiago Tadeo , por su manera de ser tan noble y a la vez tan humana, y a Simón Gornés, su gesto en presentarme al presidente del Gobierno balear, señor Bauzá, si bien no se encuentran en días de vino y rosas, no hay mal que cien años dure.

Dar las gracias a Joseph, por su obsequio y la oportunidad que me ofreció de poder pasar una velada tan deliciosa en nuestro primer coliseo. Habrá que dedicarle un escrito a la mezzosoprano María José Montiel y al pianista Miquel Estelrich, voces y acompañamientos se han escuchado muchos, pero de la categoría de ambos, jamás.
–––
margarita.caules@gmail.com