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Sí, creo que somos muchos los menorquines que estamos ya hasta los mismísimos de tanta "chuminada" con las playas vírgenes. Cada verano se reproduce la misma tontería. Décadas y décadas con el mismo rollo. ¡Hasta el gorro estamos ya! Que si los accesos, que si la masificación, que si los aparcamientos,….que si el moño de la Bernarda (una santa, por cierto). Defender el libre acceso a las playas vírgenes es contrario a favorecer un signo de identidad (¡Dios mío, otro!) de la isla. Es defender la enfermedad populista y demagoga que nos ha expropiado una de nuestras tradiciones más ancestrales: poder estar tranquilos en nuestra Menorca.

Los unos, con la colaboración entusiasta de los otros, han convertido la naturaleza menorquina en un mercadeo fenicio. Ni paz ni soledad, masificación. Una estafa. ¡Qué tiempos aquellos en que solo se permitía el acceso a esas playas a los menorquines pata negra! ¡Un emocionado "hurra" lejano por Ricardo Squella!

Debe hacer más de veinte años que no piso en verano ninguna de las llamadas playas vírgenes de Menorca. Ni una. Simplemente ya no se puede ir. Me deprimen. Tanta propaganda nos ha conducido al penoso desastre que vivimos hoy. Las playas solitarias deberían volver a ser para los que, autorizados, se las ganen andando o navegando. Nunca debería haberse permitido la falsa democratización de una naturaleza polucionada ahora por la depredación mecanizada. Resoplen ahora las trompetas del populismo, las cornetas de la demagogia, pero abrirlas a todos ha sido el gran fracaso popular de toda una generación ante el espejo de nuestra historia. ¡Rien ne va plus!. Porque al final ¿para qué? Para que alguien regrese a su casa y pueda ufanarse de haber estado "en una cala virgen menorquina". "¡Uy, que bien!, os lo habréis pasado chupi ¿no?" Estar encapsulados entre sudorosos bañistas rebozados en protección solar nº 100 (¡que apesta!), con niños profanando el sacrosanto silencio natural, sin servicio alguno, saturados de leches (protectoras), rodeados de emanaciones humanas por todas partes, etc. Todo es de un gusto lastimoso. ¡Si al menos se pudiese tomar una copa en condiciones!

Sí, reivindico lo imposible: el ecologismo romántico y respetuoso con el alma menorquina. Por favor, avísenme si alguien organiza una "mani" para reclamar (exigir, en términos sindicalistas) el cierre a cal y canto de todos los accesos terrestres a las puñeteras playas vírgenes. Asistiré entusiasmado.