Puerto de Mahón 1950. Mientras se construía el pantalán de la Liga

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Cabalgo por este mar al que tanto amo, cubierto de algas, las mismas que de pequeña me hacían urticaria. Todos los veranos se encontraban multitud de ellas en el fondo marino. Mientras a unos les rozaban y nada sucedía, otros lamentaban sus roces, por ello, al ir a nadar, "o passar es dia fora" nuestras madres llevaban en su cesto de palmas los defensores de picores, de medusas, de escozores de algas, de púas de erizos. Todo muy casero, muy práctico, en contra de la flora marina de la cual se ocupó el señor Rodríguez, ateneista experto en el tema.

Una botellita con lejía y otra de vinagre eran más que suficientes para combatir aquellos efectos. Unas "espipelles" para sacar púas y, en caso contrario, al regresar a la casa, se envolvía el punto dañado con una piel de sobrasada, se liaba con una venda y a las pocas horas, "ja esteia aclarit".

El lunes hablaba de la zona donde solía nadar la semana que Gori estaba franco. Alternaba La Mola con Baixamar. Al hacerlo, pensé en otros puntos muy concurridos del Andén de Levante. Estos podrían ser todo el recorrido del mismo, con la particularidad que tanto los que manejaban embarcaciones como los que nadaban iban al tanto, los unos y los otros. Los propios vecinos comprendidos desde el estanco o La Marina hasta la harinera del señor Bosch, lo hacían. Los hijos de las familias que vivían en aquel tramo practicaban la natación, mañana, tarde y cuantas veces venía en gana. Y no tan solo los niños, incluso los hombres "de sa colla" una vez finalizado su trabajo de estibador, se refrescaban. Nada mejor "que une bona nedada". Sin olvidarme de los empleados de la Minerva, que en ocasiones se veían afectados por fuertes picores "de pugó des blat", que tan solo encontraban alivio con el yodo y la sal del mar.

Vestida de luto riguroso, duelo que guardo profundamente "pes moll", emprendí el camino iniciado, encontrándome cada equis metros los consabidos "llenegalls, escalas y los norais, antiguos morteros".

Por fin, se divisaba el Club Marítimo. En los años cincuenta se conocieron grandes mejoras para los herederos de la Liga , construyéndose el pantalán, beneficiando a los socios pudiendo disponer de amarres y para los nadadores también. Mientras en su comedor se disfruta de una cocina espléndida, durante mucho tiempo fue recordada y alabada. Calderas de pescado, arroces caldosos entre otros platos indígenas "feien xupar-se es dits". No resisto citar las dotes de cocinero, señor Sastre, un joven mallorquín que a raíz de hacer el servicio militar en Es Castell, se enamoró de una joven de la población, casándose y formando su familia en aquella villa. Decían los entendidos, que "era un dels cuiners millors que havien passat per Baixamar".Otra gran idea, fue la escalera de enlace del Árbol con el puerto, para ello se hubieron de sacrificar varios almacenes, y los consabidos disgustos que ocasionaron a sus propietarios, representaba un avance a favor de todos.Si bien el hotel Port Mahón, disponía de una piscina, tal vez la primera que se construía en nuestra ciudad, su director, don Juan Victory Manella, debió pensar que visitar la Isla y no tomar baños de mar "era un disbarat". Debían llevarse con el equipaje de regreso a su punto de partida el placer que significaba bañarse en nuestras aguas. No hay que olvidar que en todo el puerto se podía contemplar el fondo marino. Una maravilla. Así fue como se construyó otro pantalán frente a la escalinata, para uso y disfrute exclusivo de sus clientes, con un cartel correspondiente de la empresa responsable. Donde se lucieron los primeros bikinis, más tarde llegarían los del Playa Azul en Cala en Porter, las italianas en Roca Mar, etc.

Entre un sofocante calor, húmedo de 32º a la sombra, llegué frente a las casas de Corea. Hoy, nada que ver con lo que fue. Comercios diversos, otros cerrados dejando ver una "sunya moridora". Escuché una suave melodía proveniente de la que siempre conocí como casa Prats, la más grande del grupo, la única que disponía de jardín, donde un enorme olivo en el centro ofrecía sombra las tardes veraniegas. En el frontis un cartel. Aromas. En un principio creí que se trataba de una perfumería, fue un vecino del lugar que me aclaró, entre risas, que se trataba de un restaurante ¿?. Felicidades por el bautizo, también las aromas forman parte de toda buena cocina.

Aquel tramo del acantilado de Sa Sínia des Pobres siempre fue un lugar de mucha bulla, de mucha juventud, la mayoría de propietarios eran padres "d'al·lots i gent jove".

Entre ellos recuerdo las hijas de don Antonio Humbert, las hermanas Fortuny Previ, Angelita Pedreño, esposa de Luis Casals, Llorenç del taller Romp, "es vidrier de s'Esplanada". Miguel Pons Justo, los propietarios e inquilinos iban cambiando, tal como suele suceder en estos casos, acuden a mi memoria infinidad de personas .Continúo con el largo recorrido. Lo que ahora ocupa la empinada cuesta de Corea, se conocían como los huertos de fruta. Dando la vuelta al peñal, Cala Figuera, con la cuesta enlazando con la carretera de Es Castell a Mahón. Llegando a ser la más transitada al llegar las grandes escuadras, monarcas, príncipes y altas jerarquías, desembarcaban como he dicho otras veces en la escalinata que se encuentra a mano izquierda "venint de sa Lliga".Al estudiar nuestro puerto, lo divido en dos partes. Sol y sombra. El levante con los almacenes de pescadores, mariscadores, lugares para teñir las redes, y dos fábricas muy relevantes, la de tejidos y la del gas, una sociedad la Liga Marítima y varios berguineses, entre ellos Esteban Mus y Baltasar Ortega, los más grandes del lugar, y dos maestros de ribera, los herederos de Taltavull y el joven Juan Petrus Marques, sobrino de un "mestre d'aixa" de la Base, con el que se inició.

En el poniente, industrias que dieron a conocer Mahón. Parpal, "en Palaa", que incluso las navieras del levante español le visitaban. Los García, herreros de toda la vida, diferentes ramas encontramos de los mismos. El fundador, del cual me honra disponer de varias "romanes", las que se usaban para pesar, fue uno de los más fiables. "Tenir una romana d'en Garcia, era cosa de dalt de tot". Cerraron aquel taller los hermanos Paco y Fraterno dos mecánicos de fama reconocida, personas ejemplares de gran honradez profesional, que en sus tiempos era lo que contaba.

La primera fábrica de jabón i "lleixius" que paso a ser d'en Pons. Una de las fundiciones más prestigiosas, Ca n'Oliver, en el inicio de la cuesta des General. Fundición muy acreditada, el señor Oliver enseñó a su hijo, dejando un importante legajo sobre el tema.
La esquina con la cuesta del General, Ca'n Mateu Ponsetí. Maestro cordelero y de velamen, varias generaciones fabricando velas para tartanas, goletas, veleros, botes, llaüts, incluso de los trozos que se iban amontonando, las mujeres de los pescadores, cosían velas para las barcas mariscadoras, "tèquines" y demás.

A principios del siglo XX, los almacenes que continuaban pertenecían a los hermanos Femenías, mientras uno usaba "s'aixa", el otro construía coches, así llamaban a los carruajes que nosotros conocemos como galeras y carretones. Muy cerca del lugar otro carpintero hacía lo propio con los carros de carga, los que se usaban para el transporte y que los payeses hicieron buen uso de los mismos a partir de los años treinta, con anterioridad bien pocos eran los que disponían de uno de ellos. En las fincas cercanas al pueblo, se usaban " es carrets de empenyer".

El matadero municipal, junto al mismo "els assaonadors", tan solo un punto de bebida, la taberna que se encontraba al pie de la cuesta de la Clota, junto al abrevadero para animales y una fuente para los pobres mortales que hasta allí acudían cargados con sus jarras.
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