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Salir a la calle y sentir cómo el aire cálido te golpea en la cara con agresividad. Tener ganas de volver a entrar en casa, a pesar de que el ventilador no consiga calmar el sofoco. Entrar en el coche ardiendo con dificultad para respirar. Colocar la mano sobre el cambio de marcha con naturalidad y arrepentirse un segundo después al sentir la quemazón. Pasar noches en vela porque, aunque la ventana está abierta de par en par, no corre el aire y, mientras tanto, los mosquitos campan a sus anchas. Evitar los días de playa, esquivar un sol que cae a plomo. Buscar la sombra con el fin de sentir un alivio que no llega. Sudar, aguantar, suspirar. Quien más quien menos ha vivido alguna de estas situaciones durante las pasadas semanas. La ola de calor ha sumido a la Isla y a gran parte de España en un sopor continuado que, al menos en Menorca, llegó a su fin el sábado de la mano del viento del Norte. Aquella Tramuntana que en invierno repudiamos porque aumenta la sensación de frío ha sido recibida con júbilo por los menorquines. No es para menos, después de las interminables jornadas de calor extremo, la brisa fresca ha dado un respiro y, probablemente, ha conseguido que todos descansemos de un tirón. La bocanada de aire frío se comenta en las calles con agradecimiento porque, a pesar de que a la mayoría nos gusta el verano, ya saben lo que dice el refrán: "entre poc i massa, sa mesura passa". Y queda claro que este año los termómetros se han excedido.