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El comisario del pueblo (aún no lo sabía) se jubilaría sin haber podido resolver aquel inescrutable misterio, aunque un niño (al que no prestó atención) le había dado la solución…
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A.- La octogenaria acudía con frecuencia a visitarlo. Lo amaba con ternura, con profundidad, con intensidad solo igualable al dolor que aquella imagen olvidada y deteriorada le producía. Era, para ella, como otro huerto de Getsemaní… Miraba su sufrimiento y las nuevas espinas que se habían ido acumulando en la pintura: las del abandono, las del descuido, las de la incompetencia… Aquel Cristo era como un poco suyo. En cada encuentro se sentaba a su lado y le hablaba y sus palabras pululaban por la parroquia hablándole de necesidades, agradecimientos y querencias… Ante la dejadez, doliente, la vieja optó, como pudo, por paliar el paulatino deterioro del fresco, aquel nuevo dolor infringido. Su paleta –o lo que fuera- estaba llena de colores, pero también de insaciables ternuras…
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M.- Multitud de cainitas dieron cuenta en las redes sociales de aquella torpe restauración… El alcalde, que no entendió nada, algo muy común en este tipo de oficios, vio como su poltrona se mostraba más inestable. Contrató a expertos y ordenó una restauración acorde con criterios profesionales. Tras meses de duro trabajo y dispendio para lar arcas municipales, desapareció el "Ecce Homo" de la anciana y resucitó el anterior. La poltrona recobró y aumentó su estabilidad… Tras la solemne inauguración de la imagen felizmente recobrada, el alcalde ordenó, taxativo, su estricta vigilancia para evitar otros actos de locura… El templo se inundó de nuevos e inamovibles fieles con inapropiados uniformes y elementos de coacción…
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O.- Bajo la atenta mirada de un policía municipal, una devota parroquiana sufrió, en temprana entrada en el recinto sagrado, un aparatoso desmayo al descubrir lo ocurrido. Lo que, con posterioridad, se omitió en informes, en papeles… El comisario encargado del caso se mostró estupefacto. Veinticuatro horas después de la recuperación del original de aquel Cristo, y sin que nadie se hubiera podido acercar al fresco (de eso estaban seguros), había reaparecido nuevamente el torpe "Ecce Homo" de la octogenaria. "Nadie se ha aproximado a la pintura" –farfulló un sargento barrigón-. Y ahí estaba, de nuevo, la infantil versión de la anciana, de Cecilia…
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R.- Resentido, el comisario de Borja (aún no lo sabía) se jubilaría sin haber podido resolver aquel inescrutable misterio, aunque un niño (al que no prestó atención) le había regalado la solución: "A lo mejor a Cristo le "molaba" más el "dibujo" de Cecilia"…