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Le abrió la puerta. Y la noche, vestida de brumas, se quedó en los lindes. Ella improvisó unas palabras de agradecimiento… Mientras subían las escaleras que conducían a la alcoba, le comentó que Jorge, su marido, se estaba muriendo. Él se la miró de soslayo recuperando la imagen de aquella jovencita en bañador de playas perdidas ya y a la que había amado… Un amor correspondido hasta…

La alcoba, mecida por tenues luces tenebristas, parecía irreal…

–¿No hay esperanzas? –le preguntó-.

El silencio era, en ocasiones, muy elocuente.
Se sentó al lado del enfermo, del que fuera compadre y compañero de tiempos en los que no anidó jamás la desesperanza. Jorge asió su mano y, con enorme dificultad, le pidió perdón por actos y omisiones, entre los cuales el hurto de ella ocupaba un lugar preferente… No quería morirse sin decírselo, sin rogarle aquella misericordia de la que ahora andaba tan necesitado… Él hizo un esfuerzo sobrehumano para poder concedérsela. No era fácil olvidar todo el daño que le había ido infringiendo; sus burlas; lo de su negocio… Pero, sobre todo, lo de ella. Reconfortado con esa absolución, Jorge se adormeció con inesperada serenidad…

En la despedida, tras la puerta abierta, la bruma seguía difuminando paisajes urbanos. La miró. Se miraron… Todo seguía igual en él. En ella únicamente descubrió lo que más le dolía: un cariño fraternal, unos gramos de agradecimiento… Pero ni una pavesa de pasión…

Regresó a su casa mientras evocaba aquellas palabras oídas al azar: "No sabemos, a ciencia cierta, de qué se está muriendo".

En su domicilio, la soledad lo saludó como siempre: con silencios. Envejecido, entró en su viejo despacho y dejó que su mirada se posara sobre aquel libro abierto. Releyó un fragmento, el fragmento: "Resulta insípido, lento en su acción, letal, indetectable, fácil de administrar…" Cogió el manual cuyo título rezaba "Compendio de venenos varios, identificación, efectos y posibles remedios paliativos", lo cerró y lo colocó con ceremoniosa lentitud en su estantería mientras esbozaba una sonrisa… La primera en cuarenta años…