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Los menorquines nacidos en la década de los años cincuenta del pasado siglo puede que hayamos sido la última generación de isleños que hayamos gozado de una transmisión oral directa de nuestras tradiciones más queridas. Yo lo llamo "enseñanzas de brasero" ("sa cultura des braser"). Efectivamente en aquellos años cuando los inviernos eran largos y no existía la televisión, cuando "sa tramontana bufaba a totes", las familias aún se reunían en torno a un brasero y se pasaban muchas horas jugando bajo las faldillas de la "taula camilla" a "l' escambril", "a cau robat", a ramiro, a dómino, etc. Eran los momentos propicios para que nuestras abuelas nos relataran antiguas historias, nos contaran las clásicas "rondalles" y nos cantaran y enseñaran canciones heredadas de sus antepasados.

Era un buen momento para aprender nuestros "ditxos" más auténticos, para que nos enseñaran palabras y nuestras expresiones antiguas. Era el momento perfecto para que nos fueran transmitiendo de forma oral y directa todo el rico legado cultural del pueblo de nuestra tierra. Después del colegio aquellos largos "fosquets" se convertían en otra clase, una clase de cultura popular menorquina. Y esta vez en casa. El legado cultural familiar se transmitía así, y de forma natural, de generación en generación. Érase un tiempo en que se disponía de espacio vital para esas cosas. "Un temps quan encara menjàvem uranes".

Pero ese tiempo lamentablemente ya acabó. Pronto llegaron los años de las prisas. Sí, "prest van començar ses frisseres" y cambiaron las formas de vida. A partir de finales de los años sesenta arreciaron los cambios de costumbres en la Isla. Y finalmente acabó aquella plácida (aunque para muchos triste) postguerra. Mucha gente se incorporó, con todos sus pros y contras, a una sociedad más cómoda y más burguesa pero más esclavizada. Se comenzaron a perder costumbres ancestrales y se diluyó "la cultura del brasero".

Se empezó a alargar la jornada laboral. Se "popularizaron" las horas extras. Se comenzaron a adquirir demasiados compromisos. El tiempo comenzó a estar cronometrado. La gente ya no disponía de tiempo libre, solo se preocupaba de ganar más para poder consumir más. Y buena parte de aquella intimidad familiar se acabó. La parsimonia dejó de existir.

¿Y qué ocurre ahora con aquellas transmisiones culturales? ¿Cómo se transmite aquel legado cultural? Aunque algunas abuelas sigan intentándolo, muchas de ellas han sido apresadas por los vanos programas televisivos que les absorben su tiempo mientras sus nietos están afiliados al "Facebook". Ahora las transmisiones culturales no provienen ya de la paciencia "du temps perdú" en aquellas reuniones familiares de aquellos años.

Ahora son las administraciones quienes transmiten la cultura. Y eso es peligroso porque es fácilmente manipulable. En muchos casos las tradiciones ya no llegan de forma familiar y directa a nuestros niños sino que son mediatizadas por determinados intereses. Solo así se entiende que nuestras fiestas patronales se hayan podido rellenar de "dimonis" foráneos, de "llumets" provenientes de allende los mares, etc. Así se entiende que una sociedad pierda su alma.

Cuando la tradición de un pueblo queda en manos de las decisiones de los políticos podemos temernos lo peor. Aunque la vida actual imposibilita aquellas veladas de tan grato recuerdo para muchos, las familias deberían de esforzarse en mantener aquellas transmisiones culturales para que nuestra Isla no pierda su alma. Para que Menorca no deje de ser menorquina.

Vengo viviendo con mucha tristeza como hay muchos chicos, aquí en Mahón, que jamás han oído que el nombre histórico de nuestra ciudad es "Mahó". Nadie se lo ha transmitido nunca. Las administraciones (y sus círculos mediáticos) se lo han impedido.

Notas
- Unos representantes de una agencia de turismo japonesa estuvieron este verano varias veces en Menorca buscando producto turístico cultural para sus clientes. Vivieron las Fiestas de Sant Joan y las de Nuestra Sra. de Gracia. Se decantaron por las de Mahón por varias razones: por no estar tan masificadas ni ser tan desmadradas y, especialmente (así lo dijeron) porque no vieron discriminación de sexo en los participantes en la Colcada. Este otoño se contratarán ya habitaciones en la parte este de la Isla. El próximo año habrá invasión de japoneses en Mahón.

- A Eladi (nacido Eladio) Saura: Gracias por tenerme en cuenta en sus plegarias. No me callo simplemente porque no quiero. En "franchutis": ¡Allez, bon vent!