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El PP, dice, la ha emprendido contra todos los abusos que, a su entender, cometen aquellos ciudadanos menos comprometidos con la reducción del déficit público. Primero, con el recopago farmacéutico, para acabar con las estanterías convertidas en museos de la pastilla. Luego, contra algunos funcionarios de salud sospechosamente débil, recortándoles el sueldo mientras les duran las anginas. Ahora toca a los pasajeros, con la tarifa máxima bonificable. No se engañen, señores. En el fondo, el abuso es lo de menos, sobre todo se está ahorrando, recortando. La persecución del abuso es la coartada, el guiño para conseguir complicidad. El abuso se combate persiguiendo y anulando al abusador efectivo, no castigando de oficio el bolsillo del potencial abusador, que al fin y al cabo somos todos. Porque si usted se encuentra con una urgencia médica, Dios no lo quiera, el día 30 de agosto, por ejemplo, y se tiene que ir por narices a Barcelona, es probable que no encuentre billetes en el avión requerido. Igual, quizá, la compañía le ofrece un "business class" como último recurso. Y lo acepta, por la urgencia, con lo que al dolor por la enfermedad le une el sablazo y, ahora, cuando se establezca la tarifa máxima le añadirá el hecho de que el sablazo no será subvencionado al 50 por ciento. El "business" no siempre es un lujo, a veces es un recurso. Si quieren perseguir abusadores de verdad, a mí se me ocurren muchos otros, reales y de sobras conocidos. Salen en periódicos y revistas.