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Así que el edil Salvador Botella, quien en la calle ya se ha ganado el título de alcalde de facto de Maó, lanzó semanas atrás la propuesta de instalar unas cintas mecánicas para mejorar la conexión de la ciudad con el puerto. ¡Cuánta genialidad! ¿Habrá reinventado la pólvora? No, no, en absoluto.

No poseo datos fiables para respaldar la afirmación de que Botella es un crack de la política municipal mahonesa y, por tanto, prefiero no suscribirla. Al menos por ahora. Entre otras cosas porque la mencionada ocurrencia de las cintas mecánicas, si hay que escribir con un mínimo rigor, ya fue difundida tiempo atrás en este mismo periódico y no supone novedad alguna. En todo caso, el único punto noticioso es que el anuncio de Botella es un mero futurible sin base financiera alguna. O sea que si la noticia en cuestión la hubiera proporcionado con anterioridad un niño de siete años o un adulto recién prejubilado habría que concederle la misma -o quizá más- credibilidad.

Aunque la fluida conexión entre ciudad y puerto es un asunto que colea desde hace varias décadas y continúa siendo una asignatura pendiente, sería ingenuo pensar que la entrada en funcionamiento del ascensor-mamotreto va a resolver el problema. Y en cuanto a la instalación de unas cintas o escaleras mecánicas, mientras no haya dinero -que no lo hay ni lo habrá en mucho tiempo para semejantes alegrías inversoras- es mejor olvidarse de la cuestión. La coyuntura no está para faroles ni fuegos artificiales. Pero ya se sabe que nunca faltan políticos dispuestos a lanzarse a piscinas sin agua.

Me extraña y al mismo tiempo me inquieta que Salvador Botella se quedara corto con su propuesta. Uno esperaba más, mucho más atrevimiento de quien al parecer es el máximo inspirador y valedor de la política de expansión de las zonas azules en Maó. ¿Le abandonó la imaginación? ¿O acaso prefirió no aprovechar la ocasión para plantear otras opciones, fueran o no disparatadas?

En cualquier caso, espero que en las próximas semanas al activo Botella no se le ocurra apadrinar la idea de instalar un par de funiculares de alta velocidad, uno en la zona de la Costa de ses Voltes y otro en la cuesta de Corea, por situar tan alocada iniciativa en unos puntos concretos. Y que tampoco se sume a algo tan absurdo como sería promover la implantación de un tren cremallera para salvar el desnivel existente entre la ciudad y su puerto. Serían unos futuribles totalmente descabellados.

A propósito de futuribles, y en tanto se mantiene vivo el debate sobre la conexión entre Maó y su puerto, uno ignora si dentro de cuatro décadas seguirá operativo el tren turístico que ha entrado en funcionamiento este año o bien, gracias al progreso sostenible que está por venir (que hoy día es exigencia indispensable que todo cuanto se diseña sea sostenible), hacia 2055 o 2060 podría materializarse un proyecto de tranvía que cubriera un recorrido portuario con salida desde la explanada de Cala Figuera y con paradas en el Club Marítimo, Costa d'en Reynés, Estación Marítima, Colársega, Cós Nou e Isla Pinto, en la Base Naval; un tranvía de baja/lenta velocidad para facilitar la admiración paisajística del puerto.

Como el futuro siempre puede deparar sorpresas varias, permítanme ustedes una sugerencia final: permanezcan muy atentos a la colección de futuribles que pueda anunciar de ahora en adelante Salvador Botella para el municipio mahonés. Sobre todo a los que formule unos meses antes de las próximas elecciones municipales.