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Dicen desde el PP que las manifestaciones dan muy mala imagen de España. Y ellos lo saben muy bien, después de todo llevaban más de ocho años deteriorándola, son expertos. Saben de lo que hablan y callan. O quieren callar, pero no ellos si no a los que ya apenas tienen voz de tanto pedir ayuda, de tanto gritar auxilio. Pero no son tiempos de rescates. Al menos no al estilo clásico. Ahora es más frecuente oír decir "¡Ayuda! ¡que me rescatan!". Todos temen al lobo que protege las gallinas. Pero al menos ése aúlla en su mismo idioma. Y todos lo entienden: tiene hambre y sobran gallos.

O faltan huevos. No hay para todos. Y llega el hambre que vacía las palabras. Llega el hambre que se come el mundo. Llega el hambre mientras el sistema mastica toda su avaricia. Y se le hace bola. O mentira, según se vea. Mentiras que se hacen necesarias, que se hacen sustento, que se vuelven reales, casi verdad. Mentiras empíricas. Y entonces parece que si se recorta en sanidad es para curarse en salud. Y que tener menos presupuesto en educación es lo más civilizado. Que disminuir el estado de bienestar servirá para que todos estemos mejor. Que se puede aporrear la razón hasta arrebatarla. Que manifestarse es manifiestamente peligroso. Que opinar es tener falta de criterio. Que el criterio se basa en fe. Que la fe es la única esperanza. Que la esperanza es mejor que la ilusión. Que la ilusión es sólo eso. Todo cambia de significado cuando el que manda pretende hacer virtud de la incapacidad.

Lo normal sería que las manifestaciones en la calle no proyectaran peor imagen que las manifestaciones de un dirigente asegurando que la libertad de expresión es mucho más eficaz cuando está controlada. O modulada, como inventan. ¿Modular? ¿Con qué frecuencia?. "Mientras tengamos el poder" parecen decir con esa mirada de marioneta. "Mientras la realidad esté en nuestras maniatadas manos" parecen creer ridículamente orgullosos. Pero lo normal se ha despoblado. Apenas hay nadie, y a los que quedan se les mira extrañados. Aquí nadie se salva del rescate por mucha ayuda que se pida. Aquí nadie atiende a la razón por más que sean los argumentos. Digan lo que quieran, que nadie escucha. Protesten pero que nadie les vea. Persigan la razón y váyanse si quieren con ella pero lejos, muy lejos, donde no nos alcance la culpa. La imagen de España está en juego finjan que sabemos lo que hacemos. No vamos por el buen camino pero queda un buen trecho. Caminen sin miedo hacia ningún lado, eso sí, ustedes delante, que quiero escuchar la caída en catarata, los gritos que me adviertan del abismo. Vayan y encuentren el final, que no les sigo.