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En un primer artículo nos habíamos referido a las obras públicas que Kane promovió en Menorca, a la importancia estratégica y comercial de la isla por su posición en el Mediterráneo y, en parte, al contexto político que se vivía en Europa en aquella época.
Ahora, en este segundo y último artículo, avanzaremos en la exposición de nuevos aspectos, no menos interesantes, de la obra de Richard Kane, a saber:

1. La capitalidad de Menorca.

Históricamente, Maó era la plaza de los conquistadores marítimos, los cartagineses, los romanos y ahora los ingleses. Por otro lado, Ciutadella había sido la capital de los moros y más tarde de los conquistadores catalanes y aragoneses y sus sucesores, dependientes de la corona de Aragón, el obispo de Mallorca y la corona borbónica de Madrid. Desde el punto de vista político, el cambio de capitalidad a Maó formaba parte de la estrategia de Kane que consistía en quebrar esta dependencia.

Que Ciutadella haya dejado de ser la capital es algo que sus habitantes nunca perdonaron a Kane. En julio de 1992 se formó una comisión con la finalidad de establecer que su medida, tomada en nombre de una potencia ocupante, fue ilegal y que Ciutadella debía volver a ser la capital. Sin embargo, las recomendaciones de la comisión no prosperaron.

2. El problema religioso.

Richard Kane nació en 1662 en Irlanda del norte. Creció en un ambiente protestante, se alistó en el ejército del nuevo monarca de Inglaterra, Guillermo III de Orange y lucho bajo su mando en la famosa batalla del Boyne, que resultó con la derrota del ex rey católico Jaime II, seguida con la aplicación en Irlanda de las crueles "leyes penales", muy discriminatorias para los católicos.

Con estos antecedentes se entienden las dificultades que surgieron en cuanto a la relación de Kane con el clero católico menorquín. No obstante, y a pesar del anticatolicismo de su juventud, Kane gobernó Menorca durante veinticinco años y murió querido por sus habitantes católicos.

Bruce Laurie dejó escrito el siguiente comentario:
"Handel compuso un Te Deum con motivo del tratado de Utrecht. Pero esto no aportó ninguna clase de alegría al pueblo de Menorca, a su clero o a su gobernador británico. En la disputa que mantenían, cada uno basaba sus argumentos en el artículo XI del tratado, pero cada uno lo interpretaba a su manera.

Era como un diálogo que repetía dos únicas frases. De parte de Kane: "Vuestras Mercedes, estoy aquí para gobernar Menorca: obedeced y todo irá bien; si me desobedecéis, os destierro a todos"; y de parte del clero: "Vuestra Excelencia el Gobernador, obedeceremos vuestras órdenes y las del rey Jorge I (que Dios guarde) en los asuntos temporales, pero en materia espiritual nuestro único pastor es el Papa".

3. El sentimiento menorquín.

Ya para concluir estos breves apuntes sobre la incidencia, a todas luces benefactora, que sobre nuestra isla ejerció Richard Kane, recogemos algunos comentarios que se refieren al grado de españolismo del sentimiento menorquín.
"En un interesante estudio de los dominios británicos de Menorca –escribe Bruce Laurie–, Juan Ignacio Montobbio ha usado otro criterio de juicio: hasta qué punto los menorquines seguían sintiéndose españoles después de varias generaciones de dominio británico. Cita el ejemplo del sucesor de Kane, el general Anstruther, cuando fue investigado por una comisión de la Cámara de los Lores. Al preguntarle "¿Qué opina usted del carácter y las tendencias de la gente? ¿Se pondrían del lado español en caso de un ataque?", respondió; "La gente de esta isla, desde que es posesión de los ingleses, es mucho más feliz y más rica que nunca antes. No obstante, me atrevo a asegurar a Vuestras Señorías que se pondrían del lado de los españoles".

Para definir y concretar el efecto principal causado por las distintas dominaciones que hemos tenido en la isla, sirve, sin lugar a dudas, un certero comentario de la historiadora María Luisa Serra: "Las dominaciones extranjeras consiguieron hacer de los menorquines gentes capaces de aprovechar cuanto de bueno sus nuevos poseedores les ofrecían, sin necesidad de alterar en nada todo lo que constituía su particular manera de ser".
Y a esta labor, queridos lectores, debemos dedicarle nuestros mejores esfuerzos.