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Quizás una gran mayoría piense que no es fácil dejarnos influenciar por alguien sin principios y al que no le importa el sufrimiento de los demás, ya que para él son simples objetos para alcanzar los objetivos. Nada más lejos de la realidad, un psicópata vestido con el traje de la autoridad, es alguien con una gran capacidad de influencia sobre los demás. Como muestra paso a exponer íntegramente el experimento de Milgram:
Experimento de Stanley Milgram, Behavioral Study of Obedience publicado el año 1963 en el Journal of Abnormal and Social Psychology.

La idea surgió por el juicio y condena a muerte de Eichmann que se realizó en Jerusalén en el año 1960. En el juicio, Eichmann manifestaba su sorpresa por el proceso, alegaba que sólo había obedecido las órdenes. Los psiquiatras que le visitaron, testificaron que no sufría ninguna alteración psicopatológica, y que era una persona normal en el ámbito psíquico y social.

A Stanley Milgram le llamó la atención que una persona normal y que además no tenía nada en contra de los judíos, hubiese actuado de esa forma y, aún más, que también lo hicieran muchos miles de soldados nazis que participaron en los crímenes.
En el año 1961 Stanley Milgram inició el experimento en la Universidad de Yale y que llegaría a conmocionar al mundo:

"La mayoría de las personas pueden llegar a administrar descargas eléctricas mortales a una víctima, si creen estar obligados a hacerlo".
Stanley Milgram puso un anuncio en un periódico de New Haven (Connetticut) pidiendo voluntarios para un estudio sobre la memoria y el aprendizaje.

Los participantes fueron 40 hombres de entre 20 y 50 años y con todo tipo de educación, desde acabados de salir de la escuela primaria hasta doctorados. El experimento era el siguiente: el investigador explica a un participante y a un cómplice (el participante cree en todo momento que es otro voluntario, pero es un actor) que van a probar los efectos del castigo en el aprendizaje.

Les dice a ambos que el objetivo es comprobar cuánto castigo es necesario para aprender mejor, y que uno de ellos hará de "alumno" y el otro de "maestro". Les pide que saquen un papelito de una caja para ver qué papel les tocará desempeñar en el experimento. El cómplice anuncia que se le ha adjudicado el papel de "alumno" y el participante saca el papel de "maestro", aunque en la realidad en todos los papeles ponía "maestro".
En una habitación, se sujeta al "alumno" a una silla, se le colocan unos electrodos con pasta conductora (para evitar quemaduras) y se le ata. El "alumno" tiene que aprender una lista de palabras emparejadas, después, el "maestro" le irá diciendo palabras y el "alumno" habrá de recordar cuál es la palabra asociada; si falla, el "maestro" le da una descarga eléctrica.

Al principio del estudio, el "maestro" recibe una descarga real de 45 voltios para que vea el dolor que causará en el "alumno".
Después, le dicen que debe comenzar a administrar descargas eléctricas a su "alumno" cada vez que este cometa un error, aumentando el voltaje de la descarga a cada error. El generador tenía 30 interruptores, marcados desde 15 voltios (descarga suave) hasta 450 (peligro, descarga mortal).
El "alumno" daba sobre todo respuestas erróneas a propósito y cuando se producía un fallo, el "maestro" debía inflingirle una descarga. Cuando el "maestro" se negaba a hacerlo y se dirigía al investigador, éste siempre daba alguna de las siguientes instrucciones de tipo imperativo:

1.- Continúe por favor, continúe.
2.- El experimento requiere que usted continúe.
3.- Es absolutamente esencial que usted continúe.
4.- Usted no tiene otra opción. Debe continuar.

Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento; si no, se detenía después de que se hubieran administrado descargas de 450 voltios tres veces seguidas.

Con anterioridad a la realización del experimento, Stanley Milgram preguntó a sus colegas y a gente diversa qué pensaban que sucedería La mayoría de la gente opinaba que, menos algún sádico, nadie aplicaría una descarga mortal. Sin embargo, en el experimento, el 65% de los "maestros" castigaron a los "alumnos" con el máximo de tres descargas de 450 voltios, muchos de los "maestros" se sentían incómodos, pero ninguno de los "maestros" se negó rotundamente a dar menos de 300 voltios. En muchos casos los "maestros" paraban y cuestionaban el experimento, algunos intentaron devolver el dinero que ya se les había pagado, pero la gran mayoría (65%) continuaron tras las instrucciones del investigador.

A medida que el nivel de descarga aumentaba, el "alumno", aleccionado para la representación, empezaba a golpear en el cristal que lo separaba del "maestro" y gemía de dolor, decía que padecía de una enfermedad cardiaca, posteriormente aullaba de dolor y pedía que acabara el experimento, finalmente al llegar a los 270 voltios gritaba de forma agónica.

Al llegar a la descarga de 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y empezaba a convulsionar, pero la no respuesta, se tenia que interpretar como una mala respuesta y se continuaba con las descargas eléctricas, cada vez de un voltaje superior.
Al alcanzar los 75 voltios, muchos "maestros" se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Algunos de los "maestros" continuaban el experimento, pero manifestando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

En estudios posteriores de seguimiento, Stanley Milgram demostró que las mujeres eran igual de obedientes que los hombres, aunque más nerviosas. El estudio se reprodujo en otros países con similares resultados. En Alemania, el 85% de los "maestros" administró descargas eléctricas, supuestamente letales al "alumno".

En 1999, Thomas Blass, de la Universidad de Maryland publicó un meta-análisis de los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni el lugar de la investigación.

¿Qué fue lo que hizo que se comportaran de forma tan agresiva los "maestros" con sus "alumnos"?, el sadismo o la maldad no son elementos que justifiquen el elevado porcentaje (65%), posiblemente los sádicos no lleguen al 0,2% de la población. ¿Qué hizo que el valor del experimento prevaleciese sobre los principios? Posiblemente un solo factor fue el desencadenante de la terrible situación: La autoridad, y la sensación y el convencimiento por parte de los "maestros", de que el experimentador sabía lo que hacía y tenía sus razones para hacerlo.

Visto este caso podríamos decir que un psicópata vestido con el traje de la autoridad es un elemento peligroso y con capacidad para crear una organización psicópata. En los ámbitos gerenciales y organizacionales es normal acciones donde "el fin justifique los medios" pero dude cuando esto se aplique en el ámbito personal e interpersonal. Aunque crea intensamente en las razones de su superior, tenga en cuenta que los psicópatas son generalmente unos magníficos seductores y usted y sus colaboradores pueden ser sus víctimas.

Usted debe decidir que hacer con su talento y en el caso de los líderes, también decidir que hacer con el talento de los demás. El acumulo de talento ha de tener como meta el bien común (con la inclusión de uno mismo) y no el beneficio personal (con la exclusión de los demás).