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El CIS, en su última encuesta, indica que los ciudadanos consideran la clase política como el tercer problema más importante de España, por detrás del drama del paro y de la situación económica. Es el peor dato en este sentido desde la instauración de la democracia. En Balears, según Gadeso, el 72 por ciento asegura que el Govern no le inspira ninguna confianza. Casi todos los políticos con responsabilidades de gobierno suspenden. La ausencia de resultados de las políticas de austeridad, las protestas y manifestaciones, la sensación de que los gestores de las instituciones están lejos de los ciudadanos son factores que acentúan el divorcio con la política. La crítica general es injusta porque existe un gran número de personas que lleva a cabo un enorme esfuerzo por el interés común. Sin embargo, esta constatación no cuestiona los motivos de la queja ciudadana. La responsabilidad corresponde a los partidos políticos, principalmente los mayoritarios, que impulsan dinámicas de confrontación externa y de acomodación interna. La sociedad percibe que los dirigentes siguen disfrutando de condiciones de privilegio, que no se aplican a sí mismos y a sus partidos los ajustes a que someten a los ciudadanos. Y a pesar de ello, la buena política es parte de la solución a los problemas actuales.