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Yerran quienes establecen conexión intelectual entre el pensamiento económico de la escuela de Salamanca de los siglos XVI-XVII y el liberalismo que afloró a través de las obras de Adam Smith. Craso error. El autor de la Riqueza de las Naciones rompió con la tradición metodológica de la economía, surgida con la Escolástica, ampliada después, en el siglo XVII, con estudios de filósofos sociales como Martín de Azpilcueta y Juan de Mariana, entre los estudiosos españoles. El Mercantilismo cuenta con autores españoles importantes como los señalados y, además, con autores ingleses, franceses e italianos de renombre en el pensamiento económico, con aportaciones tanto en el siglo XVII como en el XVIII, no sólo en el área monetaria y fiscal, sino también en el conjunto de actividades económicas.

"Cuando un país –dice Keynes- está aumentando su riqueza con cierta rapidez, el progreso que sigue a este estado venturoso de cosas puede interrumpirse, en condiciones de laissez-faire, por insuficiencia de estímulos para nuevas inversiones". Y añadirá: "sin embargo, como aportación al arte práctico de gobernar, que se ocupa del sistema económico en conjunto y de lograr la ocupación óptima de todos los recursos del sistema, los métodos de los primeros precursores del pensamiento económico en los siglos XVI y XVII, pueden haber captado fragmentos de sabiduría práctica que las irreales abstracciones de Ricardo olvidaron primero y extinguieron después" ("The General Theory", capítulo 23, pp. 334-338).

Entre los mercantilistas hallamos obras que aportan la concepción de un sistema económico con principios generales ciertos, como es el caso de R. Cantillon y A.R.J. Turgot; pero también de otros anteriores como T. Mun, E. Misselden, A. Serra, J.Locke, W. Petty, F. Galiani, C. Beccaria, A. Genovesi, entre otros, que aportaron estudios científicos sobre el comercio, el dinero, los impuestos y otros sectores estableciendo conexiones de causalidad entre ellos. Los autores mercantilistas suelen coincidir en temas de método al recurrir analíticamente a la realidad histórica, dentro de una filosofía realista y crítica.

Aquel fundamento filosófico y de método lo rompió Adam Smith al introducir una aproximación ontológica en su teoría de la distribución de la renta; y sus seguidores, como D. Ricardo, la ampliaron a la teoría de la producción. Este enfoque lo mantuvieron los marginalistas mayoritariamente y fue criticado con acierto por John Maynard Keynes, que condujo de nuevo a la ciencia económica a fundamentos de realismo crítico, conectados con la historia económica. Incluso el sueco Knut Wicksell había reivindicado el circuito monetario antes que Keynes y reformulado la teoría cuantitativa del dinero, conocida desde los escolásticos e instrumento básico para Keynes.

El economista de Cambridge dedicó el penúltimo capítulo de su Teoría General a reivindicar las aportaciones científicas de muchos mercantilistas a la ciencia económica, al tiempo que criticaba, salvando todo lo salvable, que no es poco, a la doctrina del laissez- faire, que había conducido a un pensamiento socialmente crematístico y después al hedonismo radical con los marginalistas, que chocaban con el humanismo de la teoría keynesiana. Así señala Keynes: 1) Los mercantilistas se dieron cuenta de que el tipo de interés dependía de la preferencia por la liquidez y de la cantidad de dinero, siendo Locke uno de los primeros en entenderlo así, quien además distinguía entre la tasa de interés y la eficacia marginal de capital. 2) Los mercantilistas advirtieron el peligro de que una competencia excesiva pudiera hacer que la relación de intercambio se volviera en contra de un país. 3) Asimismo se dieron cuenta de que su política liberaba al país de un indeseado sobrante de mercancías, en el que, según se creía, radicaba la causa de la desocupación y, de otra parte, aumentaba la cantidad de dinero existente en el país, con las ventajas resultantes de un descenso en la tasa de interés. Y 4) Se equivocan quienes atribuyen a los mercantilistas una filosofía nacionalista y propicia a promover la guerra; en cambio podemos criticar a quienes aceptaban con indeferencia el sistema monetario internacional vigente durante el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales, ante el confuso pensamiento de los defensores de un patrón oro fijo internacional y del laissez-faire en materia de crédito internacional, como política que mejor promovía la paz; por el contrario en el mercantilismo encontramos una postura intelectual preferible y mucho más realista .

Quiero señalar además como hecho histórico objetivo que la revolución industrial inglesa, contrariamente a lo que se ha dicho en el mundo liberal, fue impulsada por las leyes mercantilistas británicas, las Navigation Acts, que no dejaron de regir hasta 1846, con la ley inglesa de cereales (Corn Law). Asimismo, la Golden Age europea, de 1950 a 1970, se debió a la aplicación del pensamiento de John Maynard Keynes. Y acabo advirtiendo, una vez más, del desacierto de las políticas económicas de la eurozona de corte neoclásico radical al ejercer denostadas prácticas incapaces de resolver el perverso ciclo económico que tanto aqueja a los españoles. Tal como están los horizontes al respecto, los gobiernos de los países periféricos deberían al menos plantearse la alternativa de abandonar la eurozona y concebir una política económica en términos keynesianos, tal como viene practicando Ben Bernanke en Estados Unidos.