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Además del sentimiento de identificación con un Estado, una nación, un territorio, existe el interés económico, que en este momento es prioritario. La crisis es general pero tiene efectos e interpretaciones locales. En Catalunya ha calado la idea de que el resto del Estado la maltrata, porque además de obtener más recursos de los catalanes de los que les aporta, se consolida una imagen de insolidarios y aprovechados. Por motivos económicos, la independencia cobra argumentos. También debe valorarse, otra razón de peso, sobre la necesidad de unir ahora esfuerzos, cuando se está a las puertas de un rescate económico, cuyas consecuencias van a pagar todos los españoles, también los catalanes y, por supuesto, los menorquines. Desde la óptica insular se puede extrapolar el mismo argumento. Menorca no recibe el trato económico que merece en el conjunto de la Comunidad Autónoma. La insularidad marca, pero si se suma una falta de sensibilidad desde Palma sobre los problemas propios de la Isla, no es de extrañar que el sentimiento balear esté vacío de contenido. Solo se vive en el ámbito político e institucional, sin que trascienda al conjunto de la sociedad. Al celebrar las identidades, Menorca debe reivindicar la suya propia.