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En mis años de la infancia, allá por los años cuarenta, los sones de las campanas eran parte de nuestra cultura y de la vida social. Teníamos conocimiento de la hora y de los sucesos de nuestro barrio y pueblo. Muy pocas familias teníamos reloj o aparato de radio. Eran los toques de campanas que nos marcaba todos los acontecimientos y ritmos de nuestras actividades. Sabíamos cuántas misas se celebraban, los entierros, funerales y al mediodía, el Ángelus. Tañidos especiales de incendios, desgracias, vísperas y de ánimas. Repique de procesiones y Navidad, volteos de Pascua.

Mi hora de recogida era en la hora de ánimas, cuando corríamos a casa (casa de vecinos), a cenar y a la cama.

El día 17, me gustaría que las campanas rompieran su silencio y doblaran en Solidaridad, y que sus tañidos fuesen lentos para provocar preguntas.

Sí, que pregunten qué pasa. ¿Por qué doblan las campanas ?

Fermín me responde que serían nuevas fórmulas de esperanza.

Mejor de comunión, le contesto, pero con los afectados por las hipotecas, los inquilinos, los desahucios. Con todas esas centenares de familias que no pueden pagar ni la luz, el agua o las necesidades más primarias. Y que doblen también por todos aquellos que aún no se atreven a asumir sus estados reales.

Doblar para que el paro no siga afectando a tantos miles de familias, para que los jóvenes tengan trabajo y estudien, que los migrantes no vivan en el desamparo, que los ancianos podamos ser atendidos y que los repetidos volteos rompan esos corazones de piedra que no sienten ni sufren.

Sí, amigo y compañero Fermín, ahora todos echan la culpa a los presupuestos. Pero son millones de euros que se destinan a las guerras, a los ejércitos a intervenciones o a instituciones rancias e inservibles los que causa este déficit.

¡Qué alegría el poder escuchar un día a esas campanas con el toque de gloria!

El descreído amigo me espeta: ¿y por qué no con el aleluya?

Sí, sería como el inicio de un camino de fraternidad. Son momentos de rasgar los silencios. Las campanas hablan, y es así como se lo contaré a mis nietos.

Ahora recuerdo aquella canción popular: "la aguda voz del bronce / se extiende por doquier."

Pues que sea la voz que también diga "Basta", y que nos podamos encontrar con Caritas en el Pla de la Parròquia de Maó..