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Las elecciones autonómicas celebradas en Euskadi y Galicia se han saldado con apenas un par de sorpresas. A saber: los sondeos y analistas políticos daban por hecho que en las urnas vascas la izquierda abertzale que se presentó con la marca EH Bildu obtendría un buen resultado al haber cesado la violencia de ETA. Una vez efectuado el escrutinio, se ha comprobado que los pronósticos se quedaron cortos, ya que Bildu ha logrado sumar 21 escaños y situarse como segunda fuerza política. En cuanto a las elecciones gallegas, la potente irrupción de Alternativa Galega de Esquerda (AGE) ha sobrepasado los cálculos más optimistas y la flamante coalición formada por los nacionalistas de Xosé Manuel Beiras e Izquierda Unida ha conseguido 9 escaños, dos más que los cosechados por un Bloque Nacionalista Galego en claro retroceso.

No había duda alguna sobre las victorias del PNV de Iñaki Urkullu y del PP de Alberto Núñez Feijóo. En Galicia el interés se centraba en saber si Núñez Feijóo conservaría la mayoría absoluta; al final la ha incrementado en tres escaños, lo que concede mayor alivio y tranquilidad al presidente Mariano Rajoy.

Pero si algo estaba más que cantado es el descalabro del PSOE en las dos comunidades autónomas. Un PSOE fatigado que ha tenido que afrontar los comicios con unos tremendos vientos desfavorables. En el caso de Euskadi, el haber contado Patxi López durante casi toda la legislatura con el apoyo explícito del PP de Antonio Basagoiti y favorecer, por otro lado, la efervescencia abertzale creada en torno a EH Bildu sentenciaron la derrota socialista.

En Galicia ha sido igualmente rotundo el fracaso del candidato Pachi Vázquez; muchos de los votantes socialdemócratas prefirieron decantarse por la abstención, por cierto muy elevada. El PSOE gallego desplegó una campaña pésima. Obsesionado en atacar al PP -más a Rajoy que a Feijóo-, descuidó otros frentes electorales y así fue como se vio claramente superado por su flanco izquierdo por una Alternativa Galega que ha sabido conquistar mucho voto joven. ¿Tomará buena nota Alfredo Pérez Rubalcaba de la lección movilizadora impartida por el veterano Beiras? No puede olvidarse, además, que en la comunidad gallega la derecha siempre ha tenido un peso enorme tal como ratificaron las sucesivas mayorías absolutas de Manuel Fraga Iribarne.

El eurodiputado Juan Fernando López Aguilar ha puesto el dedo en la llaga socialista al señalar que los españoles "ya no reconocen al PSOE como alternativa y como herramienta eficiente para cambiar las políticas de la derecha". ¿Asumirá Ferraz esta valiente autocrítica o preferirá pasar página rápidamente abundando en declaraciones de circunstancias que nada resuelven?

Abatido en el tumultuoso patio político, recluido en sus despachos, más triste que el Cristiano Ronaldo de semanas atrás, solo y extenuado, el PSOE culminará en apenas un mes su veloz carrera de fin de trayecto en los comicios autonómicos catalanes. Y a esperar -¿sentado?- que llegue el tren de las elecciones generales de 2015. Porque es muy probable que el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) tampoco consiga librarse de un severo batacazo en la cita electoral del próximo 25 de noviembre. No es previsible en modo alguno que las candidaturas del PSC de Pere Navarro logren entusiasmar a la mayoría de los votantes catalanes. El grueso de los votos se los disputarán mayormente los candidatos de un soberanismo cada vez más fragmentado -la penúltima aparición es la Candidatura d'Unitat Popular-, para disgusto de una Convergència i Unió quizá en exceso confiada en el éxito electoral de Artur Mas. En todo caso, el expresidente Jordi Pujol ya ha avisado sobre los perjuicios que puede acarrear para CiU tanta división del voto nacionalista.

Y de nada sirven ya unas sospechosas urgencias que paradójicamente llevan a entretenerse con el debate sobre las simetrías y asimetrías del federalismo que conviene propugnar ante los electores. Al PSC se le nota muy descolocado, desorientado, aturdido. ¡Cuán lejos queda la euforia de los años de los Juegos Olímpicos de Barcelona! ¡Cuánto capital político dilapidado! ¡Cuántas oportunidades perdidas! ¡Cuánto lamento hoy totalmente inútil!