Carlos Mascaró, pintor de caseríos y bodegones, que plasma la belleza del campo y sus tradiciones - Archivo

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Valioso documento escrito el que nos lego Mr. George Jones, maestro de escuela del Brandywine. El mismo que dejó constancia de su extrañeza de la manera de hablar de los habitantes de Menorca, decía: "Viene de Valencia y de Cataluña donde la lengua vernácula es más parecida al castellano que ninguna otra, pero aquí tiene de todos los dialectos y forma un compuesto endiablado de verdad.

El viernes fui a caballo a Alayor, una villa situada a unas seis millas de Mahón me apeé en una taberna para comer yo y mi caballo. Comprendieron que quería comer porque poniéndome un dedo en la boca hice como si lo mascara, pero lo difícil fue explicar lo que quería. El amo y toda su familia me rodearon yo musité todas las palabras que conocía, ellos sacaron las suyas, pero no conseguimos entendernos. Por fin, desesperado e impaciente, exclamé: ¡Algo!, ¡algo! Repitió la hija que parecía la más inteligente, y cambiando algunas frases entre ellos se marcharon todos, para traerme comida de algo que apenas probé".

Deduzco, a través de la lectura, que por aquel entonces en nuestra ciudad se encontraba una buena sociedad, incluso algunos hablaban el ingles. De no hablarlo constituía un aliciente para las jóvenes oficiales de los buques norteamericanos, que debían aprender urgentemente el español, que tan solo sabían hablar las clases altas.

La oficialidad de las escuadras se encontraba en contacto con elementos de habla española bien en las Indias Occidentales, en América del Sur o en esta estación naval, por lo que se pedía que esta lengua fuera obligatoria igual que la náutica y la navegación, siendo materias importantes a la hora del examen de los guardiamarinas. La mayoría podían aprenderlo sin darse cuenta. También deberían aprender el francés, como un mérito para el ascenso. Con ello los oficiales podrían recibir a bordo la buena sociedad extranjera ya que no hay nada que produzca en el hombre el sentimiento de una significaría como estar en reunión en la que se hablen tres o cuatro idiomas y no conocer mas que la lengua propia.

Llego la Navidad, pero antes llego la corbeta Notario de 18 cañones, el 21 fue enviada a Gibraltar en cumplimiento de ordenes recibidas de América.
La Navidad fue de mucho jaleo a bordo. Se dio una ración extraordinaria de grong (ponche) hubo quienes trajeron licor del de los oficiales, y muchos cogieron borracheras. En tales días la disciplina se atenúa hasta donde es posible. Sirvieron se pavos y golosinas de las que pudieron obtener en tierra.

Por aquellas fechas, se publico un librito que trataba para los pequeños hombres, de esta ciudad sobre las excelencias de nuestro puerto de Mahón ( 1819). El marino hacia hincapié al decir que estas pequeñas cosas son grandes para los pequeños hombres, de esta ciudad.

Entre aquellas líneas se describía en uno de sus cantos las regatas de botes, entre los de las flotas que antes llenaban sus aguas, puesto que Menorca fue en tiempos pasados para los ingleses lo que ahora es para ellos la isla de Malta.

De esta manera tan peculiar, tan sencilla escribió paginas y mas paginas el joven George Jones, el que a bordo hacia las veces de maestro de escuela, el mismo que embarcó en el río Potomac el 18 de agosto de 1825 y se hizo a la mar el 9 de septiembre siguiente para llevar a Francia al general marques de Lafayette, terminada cuya misión paso a incorporarse a las fuerzas navales que los estados Unidos tenían destacados en el Mediterráneo.

Cuatro años después y estando afecto a la fragata Constitution, tres años antes de ser nombrado diácono y nombrado capellán de la Marina de su país, publicó su primer libro, dos volúmenes impresos en New Haven en los que de forma epistolar recoge como reza su título y bajo el seudónimo de "Un hombre civil", las impresiones de su vida a bordo y 6 de sus primeras navegaciones, con perspicaces observaciones de personas, costumbres y paisajes.
Lo que vio a su arribada a la isla de menorca, lo expresa con la ingenua franqueza de sus 25 años.

Perdiéndome entre los renglones del maestro, admiro su escritura infantil, identificándome al leer su admiración por los viejos pescadores, acompañándolos en sus horas de esparcimiento. Esta distracción, también fue en tiempo la de muchos de nosotros, en que solíamos sentarnos en cualquier hora del día, en la ribera "des moll", mirando y preguntando insistentemente. "I ara per què fas açò, i ara per què fas allò…" tapando y volviendo a destapar la tapadera del cesto de llatra, donde intentaba reposar alguna captura del mar.

Y descubro una afinidad entre George Jones y aquella margariteta petita, la primera vez que observé, cómo Mevis, el mariscador tiraba aceite en el mar convirtiéndose en una patena tan nítida, como jamás había visto, tanto que a pesar de que en aquellos tiempos el fondo del mar se veía a la perfección, pude observar cómo una sepia hacía acopio de una "escupinya gravada".

Estaba yo con estos renglones cuando llegó el repartidor del diario "Menorca". Convencida que nadie le gana en puntualidad y esmero a la hora de introducir la prensa en el buzón, especialmente si se trata de un día lluvioso.

Dejé mi escritura para volcarme en la de los otros, encontrándome en la pagina 17, "al niño de Isabel Petrus" aconsejando a los lectores no le siguieran leyendo. "Molt bona Dino". Acto seguido me sonreí, el día anterior, tras leer una columna, pensé aclarar el entuerto. Acto seguido, hice como Dino. Pensé… para qué leerme…Y fue a través de su recomendación, que nuevamente recapacite, debía aclarar para cuantos no lo sabían, no son cuarenta años que salió a la palestra musical, la canción de tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor. Dicha música y letra, pertenece al grupo de canciones llamadas, de la División Azul. La escribió y compuso un argentino muy famoso Rodolfo Sciammarella, dándola a conocer en 1941. Gracias a la radio fue conocida mundialmente. Su tonada era y es tan pegadiza que, sirvió como fondo de infinidad de letras. El mecánico de la motora, "que feia molt bo per cantar" la sabía de cinco maneras amén de la original. Las niñas de la plazoleta de San Roque, la cantábamos saltando a la comba, sustituyendo la del cocherito leré, leré, me dijo anoche leré….

Ahí queda interrumpida la historia del americano, después de seguir el consejo de Dino Gelabert Petrus. A quien interese, puede ponerse en contacto con la de Trepucó que les mandaré el texto completo.

Para mí me será mucho más complaciente el comentarles el escrito recibido el 22 del pasado mes de octubre de mi amigo y admirador (tal cual se define) Carlos Mascaró de Ferreries, el pintor de caseríos, bodegones plasmando en sus cuadros la belleza de los rincones del campo menorquín. Me encantan y él lo sabe, que si bien yo le transmito inspiración la cosa es mutua. Me enamoran sus porches, sus mesas de payés, dando la impresión de que se acaban de levantar de la misma "l'amo i madona, els fills i s'àvia". Sus ventanas vestidas por cortinas con una aureola de la mujer que ha confeccionado de ganchillo preciosas puntillas, que más tarde ofrecerá un toque de almidón. La vieja máquina de coser, donde se pasaron infinidad de horas para poder ofrecer a través de sus pespuntes un plato de comida y pagar la visita del médico y abonar la receta de la farmacia. O la de aquella madre que dispuso de la misma junto a la ventana de la alcoba donde yacía su única hija enferma de pulmón. Gracias a su pedalear constante la pudo llevar a Barcelona, donde un prestigioso doctor pudo sanarla.

En estos momentos Carlos Mascaró, se halla i inmerso en un gran trabajo religioso, si un día nos sorprendió con el mural de la iglesia de su pueblo, ahora se halla ocupado con el que realzará el altar mayor de la parroquia de Mercadal. Su perfeccionismo, lo ha hecho ir y venir de Roma y visitar constantemente a la vez que estudiando el original de Caravaggio. Estoy convencida que su obra, será esplendorosa como es su mirada, radiante, diáfana con este azul tan peculiar de nuestro cielo y nuestro mar.
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margarita.caules@gmail.com