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La difusión pública de los actos que se atribuyen a los distintos implicados en el caso Over Marketing arrojan luz sobre los sótanos que hay debajo de la parte más visible de la política. La construcción de éste y muchos entramados de vías de ingresos poco o nada éticos (el juez dirá si legales) no puede ser solo consecuencia del ánimo de lucro fácil de unos cuantos presuntos ladrones pijos con alma de millonarios. Existe un sistema, en engranaje, un montaje, que con la excusa de la democracia alienta comportamientos económicos anormales. Es la partitocracia electoralista. El programa "Salvados" dedicado el pasado domingo a la financiación de los partidos sacó los colores a PP y PSOE, convertidos en verdaderas máquinas de cosechar votos a tiempo completo, con patente de corso con la coartada de que son necesarios para la incuestionable democracia. Fuimos muy ingenuos al pensar que los mítines multimillonarios, los viajes a todo tren por toda España, las fiestas, eran sufragados por vías ordinarias. Porque fuimos ingenuos. Todos. En épocas de vacas gordas no nos indignábamos por inauguraciones de carreteras con facturas millonarias, por campañas publicitarias oficiales de costes indecentes y resultados imperceptibles, por una manera de dirigir la cosa pública basada, básicamente, en la victoria en las próximas elecciones. Ahora con la crisis nos hemos puesto severos, estrictos, y no toleramos ni media croqueta. El relato del sumario del caso Over, como otros similares, o como el contenido del citado espacio de La Sexta, son el síntoma de un sistema podrido, que se ha basado demasiado en una partitocracia protegida por sus máximos beneficiarios, PP y PSOE, que solo en estas cuestiones, curiosamente, alcanzan el consenso. Que nuestra indignación sea su vergüenza, y nuestro cabreo conlleve el "game over" de tanta desfachatez.