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El exministro de Economía con UCD, José Luis Leal, comparaba el otro día las condiciones que se le han exigido a Grecia para el rescate con el Tratado de Versalles, firmado tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, que imponía a Berlín unas cláusulas tan duras e imposibles de cumplir que condujeron directamente a la Segunda Guerra Mundial. Un réquiem pues por los griegos.

En España también lo pasamos mal aunque la situación no es tan fatalmente trágica, a falta de ver si la austeridad dará finalmente fruto o acabará por hundirnos en una espiral perversa.

Hasta ahora la pertinaz crisis, la gran peste contemporánea, ha acabado con todos los gobiernos que se le han puesto por delante, excepto con Obama. Además los que ganan las elecciones se ven obligados a incumplir sus promesas y así sucedió con Rajoy y ahora con Hollande.

Por si ello fuera poco, el vástago de Fraga, que como buen compostelano juega a marear el rescate, se enfrenta, como su abuelo, al desafío masónico y se le ha puesto la figura tan triste al hombre que no inspira confianza ni al ascensorista de la Moncloa.

Lo único que nos da un poco de esperanza es que, como quien no quiere la cosa, ha conseguido desahuciar versallescamente a la condesa Aguirre antes de que ella le lograra clavar la daga que siempre ha llevado oculta en el calcetín. Y eso, no hay duda, le sitúa un peldaño más cerca de los héroes que del resto de mortales.