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Según Pío Baroja, licenciado en medicina que fue y "doctor" en prosa y literatura castellana, que aun pervive en la memoria de sus lectores, la modernidad se inició con la llegada de la radio y el cemento... Mucha más cercana en el calendario, fue la televisión, para los de mi generación el inicio de aquella otra modernidad, que tanto cambió la rutina de las familias; tanto, que gradualmente alteró el "centro de mesa" –puede que a peor–, con la irrupción en el hogar del referido receptor; seductor aparato que llegó para quedarse...

Antes, más atrás en el tiempo, fue el cine nuestro amparo–asignatura troncal para muchos– y máximo exponente de la modernidad de entonces, que nutría nuestras carencias y acaparaba la atención familiar, en aquellas sesiones dobles –o programa doble de sesión continua, entresemana– a módico precio, que nos adentraron en el mundo mágico de los sueños. Refugio de ilusiones para los más chicos, y no libre de influencias para los adultos, las que podía ejercer el cinematógrafo (y aún ejerce) en el modo normal de comportamiento de los aficionados al séptimo arte.

Se manifestó su influjo, como muestra esta nada confundidora anécdota, con las secuelas de la película "Sucedió una noche", dirigida por Frank Capra; estrenada en 1934 y premiada con cinco estatuillas... En una escena de dicho filme, el protagonista, encarnado por el actor Clark Gable, se quita la camisa y aparece en pantalla con el torso enteramente desnudo, desposeído de camiseta interior. Sucedió después… que ningún admirador quiso ser menos y la venta de camisetas en los Estados Unidos descendió un 40 por ciento. La consecuencia de dicha escasez consumidora, provocó, en época todavía lacerada por la Gran Depresión, una probada crisis en el sector textil norteamericano. La incidencia y el clamor que, ante la productora, manifestaron los fabricantes por el lamentado descenso de sus ventas, motivaron que, en posterior interpretación cinematográfica, míster Gable, apareciera con camiseta…

A nadie le ha de resultar extraño que, igualmente, en cualquier ámbito, puedan darse otras influencias; sugerencia, quise decir, como la que insinuó el pasado mes de agosto el novelista Arturo Pérez-Reverte, en un mensaje tan optimista como irrealizable. Como algunos lectores quizás recuerden, el consagrado escritor "invitó", en un irónico y sutil recado, a elegibles y electivos políticos a pasar una oposición…, amparándose (en lúcida demanda, eso sí) en la gran responsabilidad que contraen cuando se comprometen…, por cuanto con sus decisiones pueden condicionar –y no poco– nuestras vidas.

Como convendrán, sin salirnos del tema que diariamente nos recuerdan los medios, la corruptela invasiva que se mece en nuestras vidas, tiene poco que ver con la conveniencia de nuestra sociedad y la sensatez, siempre de la mano de la honestidad, que se espera de nuestros políticos; tal vez sea ésta, otra lectura de la utópica recomendación del académico mentado; sin olvidar, en ningún supuesto, aquel otro latido de conciencia que nos legó Pericles… "mientras son muy pocos quienes pueden forjar un sistema político [justo], todos nos sentimos capaces de juzgarlo…"